la flor más rota e improbable.
Fango de palabras ajenas,
cúmulo de una historia
opaca. El terror
como un asco en los bronquios. Y
sus espinas atraviesan mi
pulmón. Llevo dos días así,
sudando en la misma cama, mirando
películas que no quiero ver. (Las películas
me aburren aún más
que los libros). Mi corazón un desecho
radioactivo; casi todo en mí es culero
y ya se ha podrido.
Ella
brotó inadvertida; siempre
anunciada a suspiros. Su cauce
al final del delirio, de la pérdida
de soles girando
a merced de cualquier hijodeputa
que ose un revolver
y la idolatría estúpida suficiente
para creer que sabe dónde
apuntarlo. Oh flor maldita:
todo lo que se ha negado, abyecta, sorda, basura, tiradero, lodo,
mierda, gargajo de cerda en celo, diamante
bestial, he llorado
de nuevo
y de nuevo, cada vez
más viejo
y torpe; cada que pierdo otra máscara
de pequeño narciso narco-emperador de la nada,
de juan camaney siemprellegatarde,
de topogigio las puede todas con su cantinfleo astral,
de pendejo de ocasión en busca de aventón,
de no soy luchador pero le hago a la batalla.
Pero, para recobrar el humor
hay que dejar de ser
el chiste,
me recuerda la fiebre, mientras derrite mi cerebro
arden mis ojos, hierven mis webos
fuera de las cobijas que compré en la terminal
de autobuses.
Ella brotó en mí,
reina: fulgor de imposibles,
cruce de balas perdidas,
choque de químicos
fuera del laboratorio de lo real. Es un aullido
preciso, luna de sudor
en las rocas, sin
limón, a secas. He oído su canto,
brujas,
sus conjuros;
aquellos que no tienen dueño, ni buscan
apropiarse de ni madres. Sus hechizos,
en barata en algún tianguis entre semana, diáfanos, claros,
como el sonido de un estereo Hi-Fi en surround 5.1,
recién instalado en una troca del año, para subirle al volumen machín,
y transitar entre la angustia del año y el llanto.
Y
he llorado:
como prostituta nicaraguense en cuaresma, como monja
desquiciada ante un tribunal retro-futurista, como la niña
ñoña del salón al bajar del autobus con sus moños deshechos, como la madre que no conoces pidiendo un perdón que tampoco conoces, como
la galardonada actriz tras el escándalo en Sábado Gigante, como esposa abandonada por
un par de tragos, como la amante de ocasión que aspiraba a más de lo que ni quería, como sobrina manoseada exhibida en el aparador de Laura en América, como una hermana en un funeral sin dios, como la perra a la orilla de la carretera que muere sola bajo ese cielo azul. Ella brotó en mí,
la oí gritar, sus pétalos desgarrando mi garganta
al salir
la lucidez directa. Y mi boca
la de un animal,
ni siquiera adiestrado por completo; mi hambre
de intermediario, siempre; mi nombre como aquel
escrito en un diario que nadie se roba.
Pero, menos mal que no se inventa
problemas
que no tiene,
me recuerda la fiebre, mientras derrite mis cerebro
arden mis ojos, hierven mis webos
fuera de las cobijas que compré en la terminal
de autobuses.