Al maestro Lin Chi (siglo IX) se le atribuye aquel famoso proverbio zen, «Si encuentras al buda en el camino, mátalo». Lin Chi es conocido por su método áspero y directo de transmitir las enseñanzas budistas; a menudo azotaba a sus alumnos con una vara para cortar con sus expectativas y llegar al grano. Esta frase, como suele pasar en cuestiones religiosas, no es algo que deba tomarse literalmente; es, más bien, simbólica. No es una invitación a llevar siempre un revólver cargado por si te encuentras un buda. Matar al buda es, en este caso, un recordatorio: nadie puede recorrer el camino por ti, pero si aún esperas que alguien lo haga, deshazte de esa creencia, porque será un obstáculo.
Pasa que al procurar un buen consejo es fácil confundir al guía con un redentor. Encontramos así a quienes son incapaces de tomar decisiones sin preguntarle a algún asiático con falda. Suena a cinismo racionalista, pero no lo es del todo. Equivocarse es parte inevitable de la vida y estar dispuesto a equivocarse y asumir nuestros errores es una postura sensata ante el mundo y su devenir. Ese intento por controlar todo, por buscar de algún modo u otro salvarse del error, es negar el aspecto caótico de la vida —es negar la tremenda riqueza de la experiencia viviente. El mundo rebasa nuestras teorías acerca de ello y no viceversa.
Eso implica matar al buda, descartar los intentos por acomodar todo en compartimentos ordenados —como si de una colección de tupperware se tratara. Una genuina apertura ante nuestras experiencias surge al dejar de tratar que la vida encaje definitivamente en alguna teoría. En estricto sentido eso es lo que quiere decir estar despierto: ser un buda. Matar al buda es, sencillamente, asumir tu propia naturaleza despierta en vez empalagarse con la lucidez ajena. En palabras de Lin Chi: «Hasta la fecha no he encontrado alguien que pueda liberarse a sí mismo. Esto es porque todos se han enredado en las inútiles maneras de los viejos maestros».
En otras palabras, esto de la espiritualidad tiene un tinte DIY (do it yourself), al estilo punk. Curiosamente, ahí, en la completa desilusión, en la desesperanzada renuncia a cualquier forma de salvación, está la libertad (sea lo que sea eso). Por ello me mantengo optimista en torno a mis continuos fallos en este mundo (el único que conozco); porque como dicen por ahí: echando a perder también se aprende.
De nuevo Lin Chi: «No hay Buda, no hay camino espiritual a seguir, no hay entrenamiento ni realización. ¿Qué persiguen con tanto ahínco? Colocando una cabeza encima de las suyas, imbéciles ciegos. Sus cabezas están tal donde deben estar. El problema es que no creen en sí mismos lo suficiente». Matar al buda es reconocerse a sí mismo como el buda. Y eso es lo más ordinario del mundo. La cuestión no es cómo convertirse en buda, sino considerando que ya lo eres, ¿ahora qué vas a hacer al respecto?
2 comentarios:
Respondiendo a tu pregunta final: Ser testigo de mi misma. Exaltar, transformar, embellecer para recordarme a mi misma en todo lugar... Dar el intento y en el intento tras el caos, mutar.
Epa!
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