martes, 5 de julio de 2011

Catholic Pop

Algo breve, recién publicado en el Milenio Semanal, sobre el fenómeno de Voto Católico en México... Aprovechando para en reflejo observar cuán esotèrica sigue siendo la "política" nacional...




Dios no anda en chismes, dicen. Sin embargo, no faltan quienes esperan que la deidad les resuelva sus dudas electorales; es decir, sienten que la Virgen les habla. Pero si tener alucinaciones auditivas se considera una forma de locura, ¿qué tan patológico será creer que se puede hablar “por” la Virgen? En el último estirón de las campañas electorales para los comicios de este tres de julio, un grupo u organización que se hace llamar “Voto Católico”, aparentemente auspiciado por mexicanos residentes en Estados Unidos, pretende tal ejercicio de ventriloquía interdimensional electoral.

Oficialmente desaprobados por la Conferencia del Episcopado del Estado de México, espectaculares y volantes, puestos y repartidos en los estados participantes (Hidalgo, Coahuila, Nayarit y, claro, el Estado de México) muestran el ícono de la Virgen de Guadalupe con la frase: “¿Y ella, por quién votaría?”, con referencia inmediata a su portal www.votocatólico.com. Al visitar su página encontramos los puntos axiomáticos de sus postulados: 1) No al aborto; 2) No a la eutanasia; 3) No al matrimonio entre homosexuales; 4) No a la legalización de drogas, y 5) Educación sexual. Es con base en estas biopolíticas que estos supuestos católicos mexicanos han lanzado sus campañas. Mientras, yo me sigo preguntando por qué quienes creen en la inmortalidad del alma pretenden interesarse en estas cuestiones.

Su página web (con cuenta en Facebook y Twitter), además de presentar sus cinco temas centrales, cuenta con secciones tales como: “Dios te ama”, donde ofrecen definiciones para conceptos como ése, que aún no logro decifrar; “Dios quiere que nos amemos”, donde de paso promueven la “colaboración” entre la Iglesia y el Estado; “Cómo votar” y “Cómo no votar”, donde, aunque pretenden un cierto tono de objetividad o imparcialidad, no dejan de invocar las obligaciones de respetar la Doctrina Católica, las Virtudes y exhortos a “que la fe ilumine” las opciones políticas. Todo esto y más, claro está, bajo una imagen de la Guadalupana, la bandera nacional y un ícono de un calendario marcado con el tres de julio.

                                                     

Ya se han denunciado las actividades de “Voto Católico” a las autoridades electorales en los estados respectivos. Pero, aun haciendo de lado la indignación, me parece que hay revelaciones imprevistas en tal campaña y en las reacciones que ésta provoca. Como tantas revelaciones, estas resultan más bien en redundancias, pues “Voto Católico” sólo explicita algo que de todos modos ocurre; es decir, si no hubiese tal campaña, ¿en verdad el sacerdote de tal o cual comunidad no influye sobre las posturas políticas de su rebaño? Y, más perturbador aún: ¿acaso los partidos políticos no operan frecuentemente bajo un discurso de tinte religioso, con profecías apocalípticas y mesías y toda la cosa? ¿Cuánto de lo que llamamos política no se basa en credos y fanatismos por encima de cualquier fundamento o argumento sólido? Si la página de “Voto Católico” llevase en su intención algo de ironía (en vez de puro cinismo), sería casi genial.

Otra sección emblemática del sitio web es aquella denominada “Los candidatos”. Aquí, estado por estado, presenta una breve semblanza de cada candidato, y en otra columna comparan sus posturas con los “Cinco puntos ‘no negociables’ de la doctrina católica”. De todos los candidatos a votar este domingo en los cuatro estados en cuestión, el único que sale totalmente bien librado es, ¡sorpresa!, Luis Felipe Bravo Mena. Pero como no “creo” en defender los dogmas de sus rivales, admitiré, tan sólo, que me gusta el formato de esta sección; es decir, muy al estilo gringo, presenta la ficha de cada candidato junto a sus opiniones en puntos específicos, lástima que en este caso hayan reducido todo a sus cinco puntos biopolíticos (en general, creen que efectivamente puede reducirse todo). Pero el formato es bueno, y propongo que de aquí en delante se hagan así las campañas electorales: una sencilla publicación en papel revolución y un sitio web con las semblanzas, posturas y propuestas clave de cada candidato. Y nada más: las sumas antes destinadas a la publicidad de seguro podrían brindarse a algo más útil que cubrir cada árbol y poste de luz con rostros y eslóganes.

Es curioso que las mantas y carteles que cubren los espacios públicos con rostros y logos de los partidos políticos me remitan, sin querer, a la iconografía católica o, más aún, a los escapularios. Como aquellos que intercambiaron Javier Sicilia y Felipe Calderón antes de terminar su rito con un muy católico abrazo al estilo “la paz sea contigo”. ¿Acaso no fue una suerte de eucaristía? Pero en México hay pocas cosas tan místicas como el voto, tan lleno de misterios, donde la mano de Dios (algo así como el equivalente a la mano de Maradona, pero en grilla nacional) nos ofrece respuestas nebulosas del estilo “se cayó el sistema” o “no es posible un recuento”. Como tantas otras cuestiones gnósticas, ésta se resuelve repitiendo la novena que pregunta: “¿Quién gana y cuánto?”.

                                          

Mi única recomendación para “Voto Católico” —ya que seguro no los convenceré de volverse ateos misioneros de puerta en puerta— es que si van a hacer uso de la jerga psicológica para basar sus premisas, harían bien en considerar si hay distorsiones cognitivas entre ellas; es decir, al menos reflexionar sobre el pensamiento mágico y las burdas generalizaciones que sostienen. Además, si van a ofrecer un refrito de la clásica estrategia ultraconservadora estadunidense de Guns, Gays and God, a la próxima no olviden la parte sobre las armas y el derecho a portarlas. En palabras del Marqués de Sade: “¡Compatriotas, un esfuerzo más…!”. O, lo que ya viene siendo lo mismo: “¡Fuuuaaa!”.

                                      

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