No por nada se incluye como parte del soundtrack de la serie de TV Los Sopranos la canción de Bob Dylan, Gotta Serve Somebody, recordándonos que, seas quién seas, vas a tener que servir a alguien. A la par de interrumpir esa adoración que subsiste en nuestra sociedad para quienes creemos no sirven a nadie, alude también a una verdad ineludible: ninguno de nosotros existe suspendidos en la nada, completamente aislados de los demás. Pero el que seamos interdependientes no quiere decir que no tengamos criterio, así como tampoco justifica frasesillas chaquetas como esa de “ponte la camiseta”. Esta combinación de palabras, llena de alusiones a la solidaridad y al esfuerzo colectivo, me ha provocado ya suficiente escozor como para reflexionar sobre algunas de sus ramificaciones.
Es una práctica curiosa, aquella de pagar un monto considerable para portar la playera oficial (u oficialona) del astro del balonpie del momento. Pero además de ser muestra de la idolatría religiosa del pamból, nos remite, quizás, a la máxima mística del poeta simbolista Arthur Rimbaud, quién declamaba: “Yo es un otro”. Sin duda, Messi no sería el Messi de no ser por los millones de aficionados que le otorgan dicho lugar en el mundo del deporte. Así, de vuelta, el fan incluye como parte entrañable de su identidad al ídolo (ese qué depende del fan para ser ídolo).
Es curioso que los ídolos, a la par de los atletas, ahora son los gerentes de una multinacional con estrategias de marketing basadas en la noción de “producto prohibido”, cuando quienes hacen las ganancias netas de la compraventa de narcóticos, evaden por completo el lente de los medios: banqueros, especuladores financieros y demás billonarios anónimos. A lo mejor sería de provecho comprarme una Playera London Ralph Lauren Classic, para recordarme que soy parte y no a-parte de todo este desmadre, o a lo mejor nomás está chida la camisetita polo, ¿no?
2 comentarios:
Tan de acuerdo estoy, que me provoca algo parecido a la desesperación querido Fausto. Esta barbarie de los medios y los consumidores de sus grotescas mercancías. Cierto, quienes ganan son ellos, y más ganan esos "billonarios anónimos" gracias a la ligereza y superficialidad de la educación que también ellos han ideado, y otra, con el sueño colectivo que corre por las venas de millones por aparecer en las marquesinas de esta época que tiene por escenario muchas pantallas de todos tamaños. Te saludo estimado Fausto.
gracias, Neftalí por el puntual comentario sobre la brutalidad del mercado apantallado...
espero vernos pronto.
Un abrazo.
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