un grito,
interrumpiendo
la más densa oscuridad.
Un grito
generoso en su violencia,
brillante,
virulento, frágil
confeti feroz.
Nos van a ahogar, nos
van a ahogar.
Ahí,
donde el absurdo
es el más triste soberano,
y solo quedarán las lijas.
Ahí, donde la lucidez
no es derroche, y
los pétalos
carecen del filo de navajas
para afeitar
suspiros, de par en par,
con su vértigo bonito.
Fuimos apenas
la costera de una huella,
la costura de una estrella
de mar, pestañita en un lote
baldío. Apenas,
el preludio de un diamante,
arcoíris de aceite
embarrando el pavimento,
un desafiante chiflido, una coartada, un tambaleo.
Apenas,
un chingadazo
al hígado de lo improbable;
bien puesto, bien dado, mal repartido,
y colocado sin remordimiento,
imposible
de corresponder.