Cuando pones una canción de Guns n’ Roses en alguna rocola, sabes que hará valer tus 3 pesos. Será una canción emotiva y satisfactoria para aquella adicción a la gloria que el Rock alivia. Además durará más de 5 minutos. ‘November Rain’ no es mi canción preferida de G’N’R’, es mi cuarta, después de ‘Estranged’, ‘Rocket Queen’ y ‘Welcome to the Jungle’. Comoquiera, es la mejor balada rock jamás compuesta. Si la lista oficial de Mejores Baladas Rock estuviera a mi cargo, pondría ‘Hey Jude’ de los Beatles en segundo lugar, y en tercero ‘Home Sweet Home’ de Mötley Crüe. El segundo y tercer lugar son disputables, incluso cambio de opinión al respecto con frecuencia; pero el primer lugar no lo es. La lista oficial de las 100 mejores baladas rock de digitaldreamdoor.com, por ejemplo, coloca a ‘November Rain’ en el sitio 35, justo debajo de ‘I don’t want to miss a thing’ de Aerosmith (sí como no), con ‘Imagine’ de John Lennon en primer lugar. No niego que ‘Imagine’ sea una tremenda canción—profunda, sentida, memorable—, pero ‘November Rain’ es jefa.
Estimo que por demás de su formidable composición musical, esta canción perdurará, paradójicamente, a través de los tiempos por sus letras. La paradoja consiste en que es una canción sobre la naturaleza efímera de los fenómenos del mundo, particularmente el amor. El tema exotérico de la canción es una relación difícil. Y si hay alguien en el imaginario pop que resulta fácil suponer teniendo dificultades para relacionarse es Axl Rose, vocalista y compositor de la letra. Podría suponerse por el video, que ‘November Rain’ trata sobre la relación que Axl mantuvo con la modelo Stephanie Seymour; ella lo dejó tras un pleito legal donde lo acusó de golpearla y él de serle infiel. Hay otras versiones que sugieren que Rose trabajaba en esta canción ya desde 1983, unos 8 años antes de que saliera la canción como parte del multiplatino Use your illusion I. Comoquiera, llegado el momento, se la dedicó a Stephanie.
Ahora bien, el tema esotérico de la rola, entre violines, coristas, desgarradores solos de guitarra y el piano, es la impermanencia: el hecho irrefutable de cómo en este mundo todo cambia, nada perdura. De modo vívido y personal Axl relata el quiebre de una relación ante el peso de la realidad y el tiempo. Alude así a la “fría lluvia de noviembre” como metáfora para el desamor. Cual poeta romántico o monje taoísta, hace analogías a las estaciones para denotar el cambio de la épocas de la vida y las turbulencias de los sentimientos, que al igual que el clima no están bajo el control de nuestra voluntad. La canción da un lúcido recuento de lo que el pensamiento budista denomina las 3 marcas de la existencia; es decir, cualidades que en la existencia humana son inevitables: impermanencia, sufrimiento, ausencia de ego.
Suena complicado y rebuscado, pero es evidente. Sufrimiento se refiere a que nuestras vidas están marcadas por el sufrimiento: por perder lo que tenemos, por no saber qué hacer cuando obtenemos lo deseado, por intentar hacer durar lo que tenemos, por no obtener lo que queremos, etc. Impermanencia se refiere al modo en que todo fenómeno de este mundo cambia de forma y perece, cediendo paso a otras cosas. En cuanto a la ausencia de ego, sencillamente alude a que los fenómenos en este mundo (nosotros incluidos) no existen por sí mismos, sino siempre en dependencia con un sin fin de causas y condiciones. En este sentido ausencia de ego, es un modo de decir no-esencia: los fenómenos no tienen nada absolutamente propio, cohabitan en constante intercambio con todo lo demás. Tú, yo, Slash y Axl incluidos. En el caso de ‘November Rain’, vemos como se vinculan estas 3 marcas: Axl sufre porque no es un ente autosuficiente, depende de miles de factores para vivir o querer seguirlo haciendo, uno de estos factores es el afecto de los demás (o de las damas); a lo largo de la canción sufre por la separación con Stephanie y por el anhelo de volver --por los cambios que se viven en cualquier relación. Admito es bastante reductiva esta lectura, pero agregaré que si bien Axl sufre, lo hace con estilo. Y dadas las condiciones de este mundo, a veces es lo único que se puede hacer.
“Nada dura para siempre/y ambos sabemos que los corazones pueden cambiar/es difícil sostener una vela en la fría lluvia de noviembre”, es la primera mención que hace la canción a su título. Deja claro el punto más obvio de la impermanencia: el perecer. El cese de algo que antes estaba ahí, en este caso un sentimiento de amor, y una visión de un futuro compartido. Pero precisemos, en los tratados budistas sobre la impermanencia, dividen a ésta en tres aspectos: surgir, estar, decaer. Una flor, por ejemplo: germina la semilla y surge como tal, aparece un determinado plazo de tiempo, para después declinar y expirarse. Pasa que en general nuestra percepción, al considerar la impermanencia, se enfoca en el declive. Pero claramente el surgir de algo es muestra también de la impermanencia, del constante cambio. Incluso cuando de la semilla surge el primer brote, implica que la semilla expira para que surja la planta; al igual que cuando surge la primera flor, sucede solo gracias al perecer de la forma anterior de la planta…
En su texto sobre La Transitoriedad, Sigmund Freud relata una cuestión similar. Pasea cerca de un río con un par de amigos, sobre la marcha comentan lo pasajero que es todo en este mundo. Uno de ellos, un poeta (claro), con melancolía y nostalgia, lamenta la belleza del mundo, ya que no puede asirse a ella. En su pesimismo, considera que la transitoriedad devalúa a la belleza, porque la hace dolorosa y engañosa. Freud, por su parte, duda del pesimismo del poeta, y aprovecha para desarrollar un poco más su teoría sobre el duelo. Así, resuelve dos cosas cruciales: 1) la naturaleza efímera de lo bello (las cosas o momentos), tan solo acentúa su valor y por ende nuestra apreciación; y 2) Freud concluye con una nota entusiasta ante lo inevitable, un modo de afrontar la condición del mundo con vitalidad —incluso frente a la terrible guerra que en esos momentos ya se extendía por Europa—, dice: Lo construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido, y quizá sobre un fundamento más sólido y más duraderamente que antes.
Tal es la suerte de ‘November Rain’, que transita por la impermanencia, doliéndose por el perecer de un amor, para al final notar que esta transitoriedad significa que ese dolor y esa niebla también, como todo, llegarán a su fin. El caducar de una relación permite el surgir de otra, incluso con la misma persona. Axl arriba a la realización de que si nada dura para siempre, tampoco lo hará esa maldita lluvia de noviembre: “pero no te fijes en la oscuridad/aún podemos encontrar un camino/nada dura para siempre/ni siquiera la fría lluvia de noviembre”. Con esto la rola se vuelca sobre un solo de guitarra legendario (como los arma el maestro Slash), que de modo no-conceptual invoca la valentía del corazón para seguir a través de esa niebla, hacia el ámbito de lo posible.
De tal suerte, ‘November Rain’ me remite a aquellos Cantos que el yogui tibetano Milarepa vociferaba, para ofrecer a otros sus descubrimientos meditativos sobre la naturaleza de la realidad. En esta caso, la más grande balada de rock de todos los tiempos no se queda atrás: Es un réquiem contemporáneo, uno con el que sí me puedo relacionar, sin todos los términos obtusos del tibet feudal. Me quito el sombrero ante esta rolota de Guns ‘n’ Roses, aunque después la impermanencia, implacable, haya hecho de las suyas con el grupo y sus integrantes.