jueves, 20 de noviembre de 2008

Inmanencia Subversiva

Aquí va el texto de mi ponencia dada el 13 de noviembre como parte de las Jornadas de Historia, "Distopías de lo Real: Utopías de la contracultura", en la Universidad Iberoamericana.


Hay un capítulo de los Simpson en el cual Homero se determina a leer un libro de Bill Cosby sobre cómo educar a los hijos, para mejor lidiar con Bart. En dicha lectura encuentra una proposición que le parece paradójica y atractiva a la vez: Para lograr que un chico haga lo que quieres, dile que haga lo opuesto. Y le funciona. A lo que voy es—aparte de intentar amenizar el ambiente con una referencia cultural simpática y bien conocida—que la contracultura no es necesariamente contra de nada. Es decir que no se basa o se define en oposición—y/o por lo términos—de la cultura dominante a la cual presenta una alternativa o problematiza por añadidura. Creo inicialmente que este es un valor contracultural esencial: la diferencia. Sobra decirlo y es redundante, pero por algún motivo—la homologización rampante de esta época del sentido común y el brutal sintetismo jungiano de la tolerancia y el multiculturalismo por el cual se reduce y neutraliza—la diferencia es siempre radical. Es decir que marca algo que no es meramente el polo opuesto o complementario o contrario de un modelo, sino que introduce modelos distintos e inconmensurables. La contracultura no se define por la cultura dominante y sus términos.


Incluso un parte vital de las propuestas contraculturales, particularmente las que se encuentran en un estado de diáspora, es la gestación y establecimiento de lo que Hakim Bey designa como Zonas Autónomas Temporales; es decir, espacios en los cuales los valores de la cultura dominante cesen de operar, ofreciendo modalidades de interacción y vivencia de otra textura e índole. Así también las contraculturas no sólo se oponen a la cultura oficial o dominante, o el Zeitgeist, de cierto sitio o tiempo, sino que los desestabilizan y deconstruyen de paso. Es una suerte de hermenéutica de la subjetividad, subversiones de la mirada. Ya que si tomamos la palabra cultura por su designio clásico de hábitat; es decir, aquel sitio que habitamos y aquello que a su vez nos habita—espero tener tiempo para volver sobre este punto, ya que creo que hoy en día con las neurociencias tan en boga y bajo su delirio de poder y verdad, es esencial preguntarnos dónde empieza el mundo y dónde la mente, dónde quién percibe y lo percibido: es una raya tan borrosa y difusa como la que designa al narco y al gobierno.


Me parece también importante calcar una distinción entre contracultura y lo que hoy conocemos—y explotamos en los medios—como subculturas. Me gustaría aludir a esto en referencia al mercado del porno de imágenes en movimiento. Como en los años 70s que había el cine porno, con las mega-producciones y mega-narrativas como Garganta Profunda, Detrás de la Puerta Verde, El diablo en la señora Jones, EN FIN…la llamada Era Dorada del Porno. Propuestas ante las cuales se podrían presentar variaciones y propuestas alternas a sus narrativas del deseo y sus construcciones del sujeto deseante. Posteriormente, en los 80s, entran al mercado las videocaseteras Beta y con ello el mercado porno se divide en nichos, cada vez más específicos. Como analogía, mucho de lo que presenciamos hoy en día como subculturas no son necesariamente contraculturales, sino más bien nichos. Es decir que puede incluso que apoyen y reivindiquen los valores de la cultura dominante en vez de plantear alternativas o problematizaciones.


Con esto quiero hacer hincapié en un punto esencial en el estudio de la contracultura: distinguir la ética de la estética. Y esto no porque inicialmente estén separadas, sino porque una de las maneras más efectivas de cómo se desarma un movimiento contracultural es depurando su estética de la ética. El movimiento punk es un claro ejemplo de ello. Surgido a principios de los años 70s a la par del desencanto que trajo consigo la respuesta de la derecha global a las protestas de finales de los 60s, el Detente, el punk basó sus fundamentos ideológicos en la noción de comunidad y de escepticismo primordial y encarnado ante los criterios convencionales, incluso los ya instalados en la mente del individuo. Era de entrada un movimiento con una propuesta ética y política clara. Como muchas de las manifestaciones contraculturales, surgió de una comunidad para esa comunidad, y al ser asimilado y cooptado por el mercado, fue dirigido hacia un grupo demográfico desde un interés de capital, logrando mediar las relaciones entre los participantes por medio del consumo, generando un sentido de jerarquía antes ausente, pero ante todo, alienando a los sujetos, desarmando así el movimiento en su ámbito político. Depurado de su ética, hoy podemos incluso ir a Pabellón Polanco y a un lado de Radio Shack, comprar ropa "punk"; hoy en general tendemos a creer que el punk es mucho gel en el pelo pintado y aretes en las cejas y pulseras con picos de metal, y música apática. Cuando en su trama ideológica incluso la ropa tenía un sentido, la hacía uno mismo para no alienar a otros en su producción así como para desafiar la noción de belleza establecida. El sonido tenía un propósito, minimalista, para permitir la expresión de quienes no eran virtuosos musicales, y a volúmenes altos para descentrar al sujeto. Incluso había métodos para mantener alejados a los dorgadictos, para no darle escusa a la policía de irrumpir las tocadas y modos de presentar las tocadas, sin división entre público y banda para no hacer de la banda, ni de nadie una autoridad cultural. Fugazi es una banda ejemplar en estos sentidos: sus tocadas son siempre en lugares que no rebasen cierto tamaño para no permitir esa división, no se cobra más de cierta cantidad en la entrada para no excluir a nadie por falta de recursos, así mismo se hacen de tal manera que puedan entrar personas de todas edades.


O pensemos incluso en el movimiento Gótico, cuya propuesta en gran medida ha sido poner en escena algo obsceno: la tristeza. Darle sitio y movimiento dentro de lo público a la tristeza, a la melancolía. Creo que es una propuesta digna, en particular en una época que no porque tengamos I-Pods deja de ser feudal, y en la cual estamos, de una u otra forma normativizados por el protocolo más que el castigo, la disciplina y la vigilancia, de tener que gozar. Obligados a gozar en forma, en lo que bien podríamos designar, en acuerdo con Alexander R. Galloway, como una adhocracia. Me hace pensar en un espectacular de seguros monterrey que vi hace poco en Parque Lira, que decía: Ríe, nosotros nos encargamos del resto. O, "nosotros controlamos tu vida y hacemos lo que se nos antoje de ti, pero tu riete; no vayas a dar indicio de que no estás de acuerdo". Ahora no sólo hay que hacer lo que la autoridad con todo su aparato represor dictamina, sino que nos debe agradar. El jefe, como bien lo plantea Zizek, ya no ejerce su autoridad como lo que es, terror, sino que es más insidioso, ahora llega y nos cuenta un chiste obsceno, despliega un nuevo albur y nos dice "güey"; no sólo hay que hacer lo que dice, sino que hay que amarle. El movimiento gótico me recuerda un poco a Bartleby en este sentido, es decir, que el trabajo es trabajo y el hambre es hambre.


Pero no idealizemos al movimiento gótico tan pronto, ya que en general me encuentro con personas que visten de negro y traen unas botas francamente increíbles, pero no tienen idea de porqué o para qué o nada de eso. Curioso dato dentro de este esquema es que tanto el movimiento punk como el movimiento gótico, en sus propuestas ideológicas, tienen una gran aceptación a sexualidades fluidas, pero al ser asimilados se configuran hasta como modelos de hombría: más hardcore=más machin, o más dark= más machin.


Si bien la historia es también así—o sobre todo—la versión de lo acontecido que hace que hoy sea hoy; es decir el cuento, la trama, el choro de lo sucedido y el choro construido por lo sucedido—en sus términos—cabe, por ello echar un vistazo a la narrativa de la contracultura hoy en día; en un sentido quizás, por jugar con las palabras, estrictamente estético. En esta cuestión me viene a la mente esta suerte de propuesta literaria llamada literatura basura o hiperrealismo. De entrada, Bukowski y Burroughs tuvieron su época, y está claramente fechada, y lo que es más, son intentos de Celine, pero lo que me concierne en esta trama es la manera en que lo real y la realidad (y no dejemos de distinguirles…) son equiparados con lo sórdido en una variedad de exacerbación de ello. Es decir que entre más auto-obsesivos, egocéntricos y auto-críticos los personajes—nihilistas a fin de cuentas, que es una forma de considerarse realista "yo conozco la realidad de la situación, es grave y por ello yo soy apático y vivo fatiga empática"—, y entre más sórdido lo que acontece, más muertos, más vacío, menos sentido, más putas y cocaína y orina y demás, más real. Alguien realmente se ha meado en este tapete, ha sido realmente real. Alude mucho a la retórica de derecha extrema de la transparencia, que todo sea transparente. Y con ello conduce a la retórica del "a fin de cuentas" o el "bottom line" en inglés, tan en boga ahora con la sociobiología—a fin de cuentas lo que quieres es una Hummer nueva, a fin de cuentas todos sólo queremos más obscenidad…Y no sólo esto, sino que presenta un sujeto despolitizado por completo, absorto en sus pato-aventuras de lo sórdido, confundiendo esta "realidad" con la transgresión—transgresión que es ahora la norma incluso.


Aquí quisiera citar a Baudrillard, de su libro La Inteligencia del Mal, en el cual dice: La realidad es la manera en que lidiamos con y encubrimos la radical incertidumbre e ilusoriedad del mundo. Contemplo eso como lo real: la radical ilusoriedad, la infinitud de la contingencia y nuestra completa permeabilidad. Estas tramas de lo sórdido como lo real, entre más chafa el video de camarita de celular, o entre más gacho el cuartito de hotel que se filma en tacubaya para el video de hoteles de México, más real, yo lo llamo el efecto chafita. Pero en este contexto quisiera plantear dos cosas: primero una defensa y profunda apreciación del sentido onírico de la vida del sujeto—de la subjetividad para ser redundante—, esa radical ilusoriedad y, segundo, que como historiadores una tarea que ahora les atañe en su sentido genealógico, foucauldiano-nietzschiano es la de estudiar lo que Barthes delineo como el Efecto de Realidad. Efecto que puede darse como en las series de televisión médicas (ER, Greys Anatomy, House) cuando el guión hace a los actores decir cefalea en vez de dolor de cabeza para darles mayor credibilidad. ¿Hemos confundido la credibilidad con la realidad? ¿Qué relación tiene esto con la historia de la locura? ¿Por qué creemos que el desencanto y lo sórdido son la realidad?


Bien, quisiera ahora plantear un valor contracultural que me atreveré de momento a llamar, abrazando las contradicciones de ello, como universal: la sabiduría. Y me refiero a ello en el sentido Hegeliano y también en el sentido del Budismo Mahayana y Tántrico a como lo destina Nagarjuna en el Sutra del Corazón de la sabiduría, como una inmanencia dialéctica (negativa). Es decir, cesar la arbitraria división del sujeto y el objeto—que luego culmina en inmersión y fascinación más que en inmanencia, la diferencia siendo que la inmersión no es dialéctica en el sentido que ya no hay un otro. A lo que voy con esto es que considero que una base para la contracultura es el involucramiento, en vez de la indignación. Hay que decirlo, desde estas supuestas literaturas hasta el periodismo mexicano, amén de la indignación y el tono indignado. Y cuán cómodo resulta, cuánta seguridad ontológica y qué noción de prestigio se construye el autor, como tal, tanto que incluso me parece que hay tales beneficios secundarios de tener un mundo que le indigne, que ya con ello ha resuelto gran parte de su vida. El involucramiento es asumirnos como parte inmanente de ese monstruo que nos asecha—no hay afuera del texto—y desde ahí, desde esa consciencia y claridad de la interdependencia que somos, actuar.


Así sucede, antes las contraculturas eran asimiladas y puestas en jaque en una constante necesidad de vanguardia, que se torna prontamente en innovación de mercado o de valores publicitarios. Ahora se denomina contracultura, muy prontamente, a la exaltación de estos valores de mercado. La estética o la pinta de la contracultura en vez de un movimiento sociopolítico. Asumimos sin reservas que ciertas apariencias son por ende contracultura, cuando gran parte de lo que constituye la contracultura no tiene este glamour prestigioso de contra y es más bien un trabajo riguroso y atinado de modificar políticas públicas. Si todas las personas que creyeron que metiéndose una dosis de LSD iban a cambiar al mundo hubiesen estado en lo cierto…hoy viviríamos en poco menos que un idilio.


Otro punto vital para la contracultura en estos tiempos, es la defensa de la palabra del sujeto, de la subjetividad. Y en este caso sí es una defensa; una defensa contra el supuesto saber de la nueva religión: la ciencia. Ese saber que es siempre ya una abstracción—bien lo plantea Hegel—ya que para constituirse parte necesariamente de la suposición de un sujeto aparte del objeto que estudia. ¿Pero, dónde cabe entonces el peso de la mirada? ¿La distancia ideológica entre el sujeto y el objeto? ¿Los intereses de poder y prestigio del sujeto en su observar al objeto? ¿Si no están relacionados, entonces cómo puede entrar en relación de observación? Es el saber en función y servicio del poder. Poder que luego se proclama "natural", se reifica a través de las tramas de la ciencia como lo más evolucionado, como el mando de aquellos cuyos genes son superiores, el resultado lógico de un proceso biológico de supervivencia milenario, y por ello como el mejor sistema político posible. No sólo el mejor, sino el único. (Creo que aquí cabe decir que una de las tareas más importantes del arte ahora, es la de crear espacio, espacio desde el cual la ideología pueda surgir, ideología que desafíe la noción de fin de historia del capitalismo tardío neoliberal, la idea de que es la única y mejor idea, y la última ideología, y lo único que podemos ya hacer es afinar sus tuercas, pero ya no pensar y proponer alternativas).


Así la sociobiología pretende estudiar al sujeto, al sujeto cuya palabra construye la política y propone ideologías, en tercera persona, cuando su experiencia es inasible y es siempre-ya en primera persona. Y sólo por su palabra la comunica. Bien podrán decirme que estoy deprimido porque mis neuroreceptores están bloqueados, pero el cómo es esta vivencia para mí sólo puedo decirlo yo. La palabra se borra con el diagnóstico y la totalidad de un neoliberalismo naturalizado y garantizado por las ciencias que le sirven.


Así mi angustia es un problema, uno que habrá de tratarse con un fármaco. Ya no habrá acceso a mis emociones y a lo que mi vida psíquica crea y expresa en relación al mundo, no, ya no. Será ahora una experiencia mediada por el capital, por un fármaco, por ese supuesto saber de la ciencia, yo me vivo en absoluto narcicismo: en tercera persona, alienado de mis emociones y mi decir. Creo entonces pertinente planear otra preferencia, y avocar por la empatía sobre el empirismo. Me baso aquí en lo propuesto por George Lakoff y Mark Johnson en su libro Philosophy in the Flesh, en el que describen cómo el empirismo se basa en una serie de metáforas cognitivas, tales como: Ver claramente y la manera en que el Ver y el saber y la iluminación y el entender terminan por equipararse generando el efecto del empirismo. Sugieren así, que el empirismo es una construcción metafórica (y me gusta aún más esto en el sentido Lacaniano de que no hay metalenguaje, no se puede vivir en 3era persona lo que se vive en 1era, no hay Otro del Otro), mientras que la empatía, al asumir la permeabilidad e involucramiento del sujeto, sus indudables interdependencias con ese supuesto objeto es tanto más atinada, así mismo, un modo de involucramiento basado en la sabiduría mas no en el saber. (He aquí otro tema interesante para los historiadores: la empatía).


Defendamos las causas pérdidas: al sujeto, a la inmanencia, a la sabiduría (y recordemos con esto que la filosofía no es una colección de paradigmas, sino un amor, una relación erótica-afectiva con la sabiduría—vis a vis, como sugiere Sloterdijk al principio de Crítica de la Razón Cínica, la sabiduría por vía del amor), así mismo, defendamos a la ternura y al amor, en tanto creaciones del sujeto y no como meras respuesta inventadas en el Medievo para procurar la perpetuación un dado gen, sino como un profundo asombro y un responder adecuado a la radical ilusoriedad del mundo. Asumamos nuestra permeabilidad e involucrémonos, de tal manera que dejemos colapsar ese modelo por el cual habitamos en un pánico constantemente vigilando nuestra noción de territorio, y a su vez, optemos por inspirarnos mutuamente sin buscar ventaja…y sin piedad.

lunes, 13 de octubre de 2008

Punk, Vanguardia y Espacio

Aquí va un texto sobre el PUNK que puibliqué hace un par de años en Replicante...




Cuestionar la conformidad involucra
también un cuestionamiento a la autoridad.
Craig O’Hara (The Philosophy of Punk, AK Press: San Francisco, 1999)



Lou Reed, ex-vocalista/guitarrista de The Velvet Underground, alguna vez dijo que para hacer una buena rola lo único que se necesita son tres acordes y una mala actitud. Parece ser que muchos le tomaron la palabra, salvo por un pequeñísimo detalle: olvidaron la mala actitud.



Tener una actitud nefasta o patética, o peor aún, emularla por la prisa de alimentar un narcisismo desenfrenado con aplausos zombis, es parte del paradigma que una mala actitud busca desintegrar. Hay un fenómeno recurrente en el mundo de la música, uno que a través de la historia de los movimientos musicales aparece tarde que temprano; es algo que llamamos asimilación o cooptación. En la historia del Punk esto ocurre una y otra vez. El Punk es asimilado y regurgitado como New Wave, para luego regresar con el Hardcore a mediados de los ochentas y ser inscrito dentro de un parámetro social moderado como Grunge. Pasa repetido en cualquier instancia de contracultura o oposición que un elemento problemático, algo que cuestiona las normas de comportamiento en una cultura, es depurado de su ética y catafixiado por una estética hueca ideológicamente. Así es como acabamos creyendo el Punk no es más que pelos parados o pulseritas de cuero con picos y piercings; productos que lejos de parodiar y criticar la alienación no hacen más que promover y perpetuarla. Es como decir que para ser punk necesitas dinero para comprar tinte de pelo, playeras de los Ramones y un tatuaje.



El corazón de la filosofía punk es un repudio casi innato a cualquier forma de autoridad, jerarquía u opresión. La música es minimalista no por estupidez, sino por convicción; es así para que no sólo los virtuosos que pueden pagar ir al conservatorio puedan tocar y expresarse. El sonido es veloz y a alto volumen para descentrar al individuo y abrirlo al presente; y lo más importante es que se toca en espacios pequeños sin distancia entre el público y la banda, para que la banda no se vuelva una autoridad—como las grandes y distantes bandas de estadios—sino que sean parte de un desacuerdo colectivo, como un carnaval pagano. La vestimenta es en parte parodia del circo de la formalidad; deviene de la ideología del Hazlo Tú Mismo, separarse de la producción de masas y manifestar la individualidad como algo poderoso. Pero otro aspecto de la vestimenta es un aliarse con quienes están marginados, además de retorcer los estándares de belleza. Otra cosa que suele olvidarse es que el Punk desde sus inicios fue una propuesta en la que se practica la equidad entre los géneros (biológicos y eróticos). Y todo esto con mucho sentido del humor…



¿Quién no ha escuchado las irritantes conmiseraciones del ahora llamado “Happy Punk” en el cual no se canta más que de derrotas amorosas y fiestillas con los cuates?; se emula el estilo musical pero se despolitiza el movimiento. Esto es similar al RAC, música neo-nazi, en la cual se utiliza un sonido minimalista y veloz para inspirar racismo, odio y violencia. En una instancia no considera siquiera el retar a la autoridad y en la otra se centraliza. El Punk no es una forma estética, es una forma de vida. Lo terrible es que dentro de la escena punk se repiten patrones que se buscaban invalidar: a ver quien es más “punk”, quien trae más picos más pintado en el pelo, quien es el más “loco”, quienes llevan más tocadas, quienes conocen a los Misfits en persona. En fin, mientras el ideal punk es generar espacios que operen bajo un paradigma libre de jerarquías, las mismas prácticas del punk pueden llegar a convertirse en una especie de código elitista.



Esto es algo que ocurre una y otra vez en la historia de las contraculturas, donde un movimiento se ve obligado a convertirse en una especie de vanguardia constante, defendiéndose de ser re-significado constantemente como una novedad por un mercado acelerado e indiferente; pero irónicamente al seguir siendo vanguardia se le sigue viendo como innovación de un mercado. El Punk surge de una comunidad para esa comunidad, expresando su estado y desacuerdo. Mas como sucede con tantos movimientos musicales llega a ser adoptado por intereses corporativos y luego vendido a una comunidad, desligado de las vivencias de esa comunidad. Simulacro. Se disocia, pierde su contacto, y quienes lo escuchan también se desconectan unos de otros: alienación y ventas—el individuo por debajo del producto.



Nuestro escepticismo interfiere con nuestra ingenuidad; no es una pose, es una aspiración. Pero que fácil nos resulta irnos con la finta de la imagen y se nos escurre entre los dedos la vitalidad de la música y la filosofía de la cual se alimenta. No queremos ídolos, no queremos una moda, no queremos juzgar, comparar y competir unos contra otros, queremos música, queremos bailar, protestar y brincar. Queremos un espacio alterno donde podemos operar e interactuar sin las jerarquías y reglas explícitas e implícitas de un mundo hostil, alienante, violento y apático; o como lo pone Hakim Bey: una Zona Autónoma Temporal…para empezar.

jueves, 18 de septiembre de 2008

La Nueva Esclavitud

Este es un texto que traduje hace un par de años para su publicación en Picnic.

Mientras que a menudo se plantea que la condicón global está ahora "mejor que nunca"--como si por una suerte de inercia evolutiva--, la evidencia señala lo contrario. He aquí un dato perturbador que seguro habrá de incitar a reflexionar, y actuar: hoy en día hay más esclavitud en el mundo que en cualquier otro punto de la historia.

Procuremos continuar generando espacio para desmantelar la sofocante lógica del protocolo que rige estos tiempos, con su mandato de que "la historia ha terminado" y sólo queda afinar tuercas y pulir esquinas y amplificr el cinismo.

La imagen viene de un artículo que salió en National Geographic sobre la esclavitud en el siglo 21. http://ngm.nationalgeographic.com/ngm/0309/feature1/




De la Introducción de Disposable People: New Slavery in the Global Economy
Kevin Bales, (University of California Press: California 1999) pp.1-6.

La Nueva Esclavitud


En el verano, el campo en Francia le hace honor a su reputación. Sentados afuera, en un pequeño pueblo a unas cien millas de Paris, la brisa trae consigo el aroma a manzanas de un huerto vecino. He venido aquí para conocer a Seba, una joven recientemente liberada de la esclavitud. Ella es una mujer bella y animada, de unos veintidós años; sin embargo, al contarme su historia, se retrae, fumando furiosamente, temblando, y luego vienen las lagrimas.

Yo crecí con mi abuela en Mali, y siendo aún una niña, vino a visitarnos una conocida de la familia. La mujer le preguntó a mi abuela si podría llevarme con ella a Paris para que yo cuidara de sus hijos. Le aseguro a mi abuela que ella se encargaría de inscribirme en una escuela, y que aprendería francés. Cuando llegue a Paris no me enviaron a ninguna escuela; me pusieron a trabajar todo el día. Yo hacía todas las labores de la casa; limpiaba, cocinaba las comidas, cuidaba a los niños, y bañaba y alimentaba al bebé. Comenzaba a trabajar a las 7AM todos los días y terminaba por ahí de las 11PM; no tuve ni un día libre. Mi patrona no hacía nada; dormía hasta tarde y luego miraba la televisión o a veces salía.

Un día le dije que yo quería ir a la escuela. Me contestó que ella no me había traído a Francia para que fuera a la escuela, sino para que cuidara a sus hijos. Estaba cansada y en muy malas condiciones. Mis dientes se encontraban deteriorados; a ratos se me inflamaba el cachete y el dolor era insoportable. Frecuentemente tenía fuertes dolores de estomago; pero aunque estuviera enferma tenía que trabajar. A veces el dolor me hacía llorar, pero la patrona sólo me gritaba.

Dormía en el piso de una de las habitaciones de los niños; mi comida era lo que ellos dejaban en sus platos. No me estaba permitido tomar alimentos del refrigerador. Si tomaba comida del refrigerador me golpeaba. Ella me golpeaba a menudo. Me soltaba cachetadas todo el tiempo. Me daban golpizas con la escoba, con utensilios de la cocina, o me daba latigazos con un cable eléctrico. En algunas ocasiones hacía que sangrara; hasta la fecha tengo marcas en el cuerpo.

Una vez en 1992 se me hizo tarde para recoger a los niños de la escuela; la patrona y su esposo estaban furiosos y tras darme una paliza me echaron a la calle. No tenía a donde ir; no entendía nada, vagué sin rumbo por las calles. En poco tiempo su marido me encontró y me llevo de vuelta a la casa. Una vez ahí me desnudaron, amarraron mis manos detrás de mi espalda, y comenzaron a latiguearme con un alambre atado a una escoba. Ambos me pegaban al mismo tiempo. Luego ella me froto un chile picante en las heridas y me lo insertó en la vagina. Caí inconsciente.

Pasado un largo rato uno de los niños me encontró y me desató. Estuve en el piso, justo como me dejaron, por varios días. El dolor era terrible y nadie trató mis heridas. Cuando por fin pude incorporarme tuve que comenzar a trabajar inmediatamente, pero después de esto siempre me dejaban encerrada en el apartamento. Continuaron las golpizas.

Seba fue finalmente liberada cuando un vecino, tras oír el abuso y las golpizas, logró hablar con ella. Al ver las cicatrices y heridas, el vecino llamo a la policía y al Comité Francés Contra la Esclavitud Moderna (CCEM), quienes abrieron el caso y llevaron a Seba bajo su custodia. Los exámenes médicos confirmaron que ella había sido torturada.

Hoy en día Seba recibe las atenciones necesarias, viviendo con una familia voluntaria. Recibe terapia y está aprendiendo a leer y escribir. La recuperación tomará años, pero ella es una joven con mucha fuerza y determinación. Lo que más me asombró fue lo lejos que Seba está de sanar por completo. Mientras charlábamos me fue aparente que a pesar de sus veintidós años de edad y de su aguda inteligencia, el entendimiento del mundo que ella tiene es aún menos desarrollado que el de un niño promedio de cinco años. Por ejemplo, antes de ser liberada ella no tenía noción de lo que es el tiempo –no sabia lo que son las semanas, los meses, los años. Para Seba sólo había una inagotable ronda de trabajar y dormir. Ella sabía que había días calientes y días fríos, pero nunca había aprendido que hay estaciones que siguen un patrón. Si alguna vez supo la fecha de su cumpleaños, lo había olvidado, y no sabía su edad. La idea de “elegir” aún la abruma. Su familia voluntaria trata de ayudarla a tomar sus decisiones, pero ella todavía no lo comprende del todo.

Si el caso de Seba fuera único, eso en sí ya sería impactante, pero Seba es una de quizás 3,000 esclavas/os domésticas/os en Paris. Ni es este tipo de esclavitud exclusiva a esta ciudad. En Londres, Nueva York, Zurich, Los Ángeles, en todo el mundo, niños y niñas son brutalizados diariamente como esclavos domésticos. Y son sólo un pequeño grupo de los esclavos que hay en el planeta.

La esclavitud no es un horror consignado al pasado; continúa existiendo en todo el planeta, inclusive en países desarrollados como Francia y los Estados Unidos. En el mundo entero esclavos trabajan y sudan, y construyen y sufren. Esclavos en Pakistán hicieron los zapatos que estás usando y la alfombra en la que estás parado. Esclavos en el Caribe quizás cosecharon la azúcar que llega a tu mesa, e hicieron los juguetes con los que juegan tus hijos. En India pudieron haber hilvanado la camisa que cubre tu espalda, y pudieron ser ellos quienes le dieron ese brillo al anillo que llevas puesto. No reciben ni un centavo. Nada.

Los esclavos también tocan tu vida indirectamente. Ellos forjaron los ladrillos para la fábrica donde se hizo el televisor que miras. En Brasil, esclavos hicieron el carbón con el cual se calentó el acero con que se fabrican los resortes de tu coche y la navaja de tu podadora. Esclavos cosecharon el arroz que alimentó a la mujer que hiló esa linda tela que colgaste encima de tus cortinas. Tu portafolio de inversiones y tu fondo de pensión tienen acciones en compañías que usan la labor de esclavos en países en vías de desarrollo. La esclavitud mantiene bajos tus costos y altas tus ganancias.

La esclavitud es un negocio que está en auge, y el número de esclavos en el mundo está creciendo constantemente. Las personas se enriquecen usando esclavos. Y cuando han terminado con sus esclavos, se deshacen de ellos. Esta es la nueva esclavitud, cuyo enfoque son las grandes ganancias y las vidas baratas. Ya no se trata de ser dueños de otra persona, en el sentido tradicional de la antigua esclavitud, sino de controlarlos por completo. Las personas se vuelven en utensilios, para hacer dinero. Se vuelven totalmente desechables.

En más de diez ocasiones desperté temprano en la mañana para encontrarme con el cuerpo de una niña flotando en el agua cerca de la barca. Nadie se ocupaba ni siquiera de enterrar a las niñas. Sólo arrojaban sus cuerpos al río para ser devorados por los peces.[i]

Este fue (y es) el destino de muchas niñas esclavizadas como prostitutas en los pueblos mineros del Amazonas, explicaba Antonia Pinto -quien trabajaba ahí como cocinera y enfermera. Mientras el primer mundo se queja de la destrucción de la selva, pocas personas se dan cuenta de que se utiliza el trabajo de esclavos para destruirla. Con el cuento de que harán grandes fortunas con oro en polvo, se atrae a miles de hombres a esa región, y niñas, hasta de once años de edad, son prometidas trabajo en oficinas y restaurantes que sirven a los mineros. Cuando llegan a las remotas áreas mineras, los hombres son encerrados y se les obliga a trabajar en las minas; las niñas son golpeadas, violadas, y forzadas a trabajar como prostitutas. A los “reclutadores” se les paga una pequeña suma por cada cuerpo, quizás unos $150. Los “reclutas” se han convertido en esclavos –no por medio de la propiedad legal, sino a través de la autoridad final de la violencia. La policía local ayuda a controlar a los esclavos. Como nos contó una joven mujer, “Aquí los dueños del burdel envían a la policía a lastimarnos…si huimos van tras nosotras, si nos encuentran nos matan, y si no nos matan nos apalean todo el camino de regreso al burdel.”[ii]

Estos burdeles son increíblemente lucrativos. Una niña que “costó” $150 puede ser vendida hasta diez veces en una noche y generar ingresos para el burdel hasta de $10,000 al mes. Los únicos gastos son los sobornos para la policía y una miseria para la comida de las niñas. Si una pequeña causa problemas, intenta huir, o se enferma, es fácil deshacerse de ella y reemplazarla. Antonia Pinto describió lo que le ocurrió a una niña de once años quien se rehusó a tener sexo con un minero: “Después de decapitarla con su machete, el minero anduvo en su lancha, por todo el río, enseñando la cabeza a los otros mineros, quienes aplaudían y gritaba eufóricos con aprobación.”[iii]

Tal como muestra la historia de estas niñas, la esclavitud, contrario de lo que muchos creíamos, no ha terminado. La palabra esclavitud continúa siendo utilizada para significar todo tipo de cosas,[iv] y demasiado a menudo ha sido aplicada como metáfora. Tener justo el dinero suficiente para sobrevivir, recibir un salario que apenas te mantiene vivo, puede ser llamado esclavitud salarial, pero no es esclavitud. Los campesinos viven una vida dura, pero no son esclavos. Que haya niños trabajando en fábricas es terrible, pero no necesariamente es esclavitud.

Podremos pensar que la esclavitud tiene que ver con la posesión, pero eso depende con lo que queramos decir por posesión. En el pasado, esclavitud suponía que alguien era dueño de otra persona, pero la esclavitud moderna es diferente. Hoy en día la esclavitud ilegal está en todas partes, con todo y que ya no es constitucional que un ser humano sea la propiedad de otro. Ahora cuando alguien compra un esclavo, no piden un recibo o papeles de titulo, pero sí establecen control –y utilizan la violencia para mantener este control. Actualmente cuando alguien tiene esclavos, conserva todos los beneficios sin tener que lidiar con las legalidades. De hecho no ser dueño legal es para su ventaja, ya que así obtienen el control absoluto de esa persona sin tener que asumir las responsabilidades. Por está razón uso el termino tener esclavos en vez de poseer esclavos. A pesar de las diferencias entre la nueva y la vieja esclavitud, creo que todos estamos de acuerdo que a lo que me refiero es, sin duda, esclavitud: el control total sobre una persona por parte de otra con el propósito de explotarlos económicamente. La esclavitud moderna se esconde tras varias mascaras, usando abogados ingeniosos y cortinas de humo legales; pero cuando la despojamos de sus mentiras, nos encontramos con alguien siendo controlado por medio de violencia, y privado de cualquier libertad personal, para a fin de cuentas hacerle dinero a otro(s). Viajando por el mundo, estudiando la nueva esclavitud, miré detrás de las mascaras legales y lo que vi fueron

[i] Alison Sutton citada en Slavery in Brazil: A Link in the Chain of Modernisation (London: Anti-Slavery International, 1994) p.102.
[ii] Proveniente de una carta entregada a investigadores de SEICOM (Secretaria de Industria, Comercio e Mineracao do Estado do Para), publicado en 1992 en, As Mulheres do Ouro: A Forca da Trabalho Femenino nos Garimpos do Tapajos (Las Mujeres de Oro: La Fuerza Laboral Femenina en los Garimpos de Tapajos), de Rita Maria Rodrigues. (Belem: SEICOM, 1992), Citado por Sutton en Slavery in Brazil, p.97.
[iii] Citado por Sue Bradford, “Brazilian Congreso Tells of Half-Million Child Prostitutes,” Guardian, 29 Junio 1993, p.12.
[iv]

Kevin Bales es director de Free the Slaves, Washington DC, (http://www.freetheslaves.net/) y profesor de sociología en la Universidad de Surrey Rehampton en Inglaterra. Es el más reconocido experto mundial en lo que concierne a esclavitud contemporánea.

miércoles, 9 de julio de 2008

La Poética del Sujeto




Diario hablamos. Intercambiamos idiosincrasias y observaciones, demandas y seducciones, reclamos y aspiraciones, gruñidos y gemidos, pausas e interrupciones…Transferimos sentimientos y deseos en pequeñas y arborescentes capsulas volátiles: palabras. Signos asechados por otros signos y significados diferidos en un juego de historias y espejos. Y a veces para decir algo, callamos; el peso del silencio, el espacio que transporta en eclosión, puede en instancias instigarnos a compartir la incertidumbre o el asombro.

La palabra generalmente se ve relegada a dos campos opuestos, pero mutuamente edificantes; es decir, o nos topamos con la concepción de que la palabra designa algo directamente, como en un contrato; o encontramos lo que algunos místicos plantean, que la palabra es un gesto vacío y pretensioso que enreda la experiencia de lo inmediato. Cuanta paranoia.

Menos mal que hay poetas.

En la poesía la palabra puede ser música, como los juegos fonosemánticos que un niño repite, absorto y expandido en lo que acontece; o bien puede ser martillo o una lengua cálida al lóbulo de la oreja; la palabra es lo que es y su fantasma, y la brecha entre estos; la palabra es la ruptura del tiempo por el afecto; la palabra se desnuda, se viste de geisha o de rayo de sol, y baila y muere y sonríe. En la poesía la palabra se devela extraña e íntima, intermitentemente y a la vez.

No hay un sitio fuera de la narrativa para nosotros. No hay adonde correr a esconderse de la palabra. Si bien en la inmanencia el sujeto y el objeto pierden sus contornos y contrastes, dicha experiencia se verá narrada posteriormente. Si bien la experiencia como tal no será inscrita en ningún morfema, sí se buscará transmitir, comunicar a otro—se traducirá, por lo menos el método para provocar dicha experiencia. Ya sean las direcciones para llegar a dicha epifanía, o una lista de desviaciones en potencia que habría que procurar evitar. Nadie puede decirte a qué sabe la cajeta, pero sí te pueden decir dónde comprar una lata de ésta y dónde no.

La poesía transmite experiencias no sólo en los juegos con los múltiples significados y connotaciones de la palabra (como un albur), la rítmica, métrica, arreglo visual, tono, etc. sino que hay una función directa que la poesía puede provocar por medio de estos recursos. Como los famosos Koan de la tradición del Zen, la poesía puede alterar las estructuras neuronales del lector/escucha a través de lo inesperado, lo inefable, la aporía. Rupturas y suturas paradigmáticas, rizomáticos retornos a lo inefable, confusiones y despertares latentes. Se modifica el registro de la experiencia misma, gracias al efecto que tiene lo inexplicable ante la lógica—la lógica misma debe ceder, así abriendo campo a toda otra gama de experiencias antes insospechadas.

El sujeto mismo puede ser poetizado. Durante el transcurso de un día suelo pensar compulsivamente, narrándome los eventos que suceden a mi alrededor, casi como si no estuvieron sucediendo. Agregando y encimando juicios y afectos y recuerdos y asociaciones y resentimientos a este cuento. A ratos esta tendencia se altera, florece o se cae y ocurre poesía. Habito más cerca de la inmanencia en esas interferencias. En otras ocasiones es la manera en que escucho la que cede ante el flujo poético; la verborrea sigue, pero la oigo con espacio, distinguiendo sus causas infinitas y la textura precisa de su desborde. Así los movimientos y desplazamientos del sujeto se vuelven poesía. La identidad misma se derrite develando la continua y brillante elusión de aquello que llamamos el sujeto: el deseo.

La historia que formula el presente como tal es una novela—la historia es siempre la ficción, los límites de lo concebible. El sujeto, está sujeto a su enunciación, a su tenaz causalidad. Al poetizarse el sujeto el enunciado cambia—nuestras relaciones se tornan más empáticas y jugosas, fractal y exponencialmente. El significado de la novela entera se ve en problemas, en duda. Así se articula lo indecible. Miles de formas de opresión son develadas y expuestas. Miríada de libertades cobran vida, y lo posible se ofrece con ética. Rescatemos la poesía de escondites y pedanterías. Habitémosla y llevémosla en la lengua y el escucha; en el trazo de los sentidos sobre las huellas de la experiencia; en la carne; abramos sus puertas para que la interpretación le bese el cuello y así suspiren revueltas. Caminemos junto a ella, hacia ella, en ella, por ella.

Poetizemos la calle.

lunes, 19 de mayo de 2008

Recurrencias...


I never love nobody fully
Always one foot on the ground
And by protecting my heart truly
I got lost
In the sounds
I hear in my mind
All these voices
I hear in my mind
-Regina Spektor, Fidelity


Y aquí regresa, ese punzocortante torbellino de calor en el pecho, aquel dolor de amor. El incierto peso de lágrimas anunciadas gira en la boca de mi estómago mientras como jeroglíficos, lo dicho se repite en mi cabeza. De pronto llega una brisa de calma y sé que así de pronto también se irá; pero aún así, entiendo que de momento no hay nada más que pueda hacer—salvo quizás abrirme sin reservas a ese oleaje de pena en el pecho para así acariciar al mundo, con la tierna evidencia de una vulnerabilidad total.


Pues batallar contra la niebla de la ideología, contra la constitución química de su historia y los gases de su propagación continua, no es más que disponerme a una intoxicación severa—mareo, vértigo, distorsión. No puedo. No puedo más. No puedo más que considerar que yo soy esa niebla; que la llevo inhalando desde que tengo nombre, y que mis células no se distinguen de ella. Hasta esa sensación de distancia escéptica es producto de la niebla; la claridad no es más que un concepto significado por el transcurso e inercia de la ideología. Cuando pienso en la niebla aún pienso engullido, cubierto en sus nebulosas constelaciones de sentido. Sin embargo, la tragicómica ironía es que a pesar de estas contemplaciones continuas, todavía creo que sé, hasta sé que sé; y con todo y el horror que este caer en cuenta trae consigo en las instancias de lucidez, el hábito es brutal.

Bien, pero, ¿por qué habría de importarme? ¿Qué más da, no? Si fuera un determinista (y la tentación de hacerlo es tremenda), o un nihilista (y la inclinación a ello es seductora), habría de acordarlo, y callar con un supuesto loop de chistes siniestros, para seguir convencido de un inicio y un fin. Pero algo me rebasa, continuamente hay agujeros en la textura de la verdad, y la certeza se disuelve en algo sin nombre que recorre el cuerpo inminentemente. Y esto es recurrente, algo se repite en mi experiencia, algo abismal y ominoso que regresa y dispersa la solidez de cualquier fórmula.

La sensación de voluntad es eso, una sensación; un efecto especial producido a posteriori por reacciones neuronales. Mi voluntad es un recuento de memorias recalentadas y repeticiones insaciables, de fabricaciones de significados; es una colección de historias que generan la ilusión de que hay, en efecto [sic], un coleccionista. Un especie de agente adhesivo que surge en dependencia de la narrativa asumida, y este efecto se re-presenta como inherente, y es más, como creador absoluto e inmutable del efecto en sí…Amén de paradojas. Ni tanto. Sino que aparecen recurrentemente las fallas en esta construcción, y nuestra reacción es querer taparlas, para mantener la sensación de singularidad, en vez de ese vacío múltiple que invita a la aceptación del desconocer. Soy un concepto en una venta de garaje de conceptos.

Y no.

Aquello que interrumpe, aquello que interfiere, aquello que instiga, aquello que provoca hacia el entender, mas no el saber… Tampoco hay manera de que eso no me afecte de forma entrañable y constante. Pero no puedo forzar las cosas, no puedo más que cooperar con propiciar las causas y condiciones necesarias para un profundo romance con lo que sí hay. Ese gran sí que Nietzsche anuncia y Bataille reclama y declama.

Bien, pues a ello: el amor. Refrescante rayo de lúcida dulzura radical. Y la palabra teñida de historias y figuraciones con las que no puedo osar romper y adentrarme en un nuevo mito adánico. En el banquete de Platón, ya se quebraban el habla con este tema en la lengua. Amor puro, amor platónico, amor romántico, amor apache, amor fraternal, amor problemático, amor sincero, amor filial, amor por el arte, amor por el prójimo, amor loco, amor idílico, amor mesiánico, amor propio, amor único, amor, amor, amor. Amor de mis amores.

Es ahí, en eso que llamamos amor, y hemos de despojar de su signo para probar en su inconmensurable ferocidad e inmanencia, que nos es posible ser trastocados por el peso de la locura de nuestro mundo. Es ahí en esa inevitable disposición a la apertura que la carga de las perturbaciones en nuestra radical interdependencia se hacen manifiestas y más de una vez hemos de aullar. La bestial interpelación de nuestra propia ignorancia se aparece entre los huecos y en general no hay más que una terrible impotencia ante su momentum.

Reñimos contra los fantasmáticos tintes de la utopía en boga en nuestra cabeza acomodada, para terminar exhaustos y heridos y resentidos con aquella alucinación auto-profética. Quizás lo suficientemente derrotados para disponernos a examinar cómo nos habita ese fantasma. Quizás lo suficientemente inspirados para cariñosamente oír a ese espectro llorar emberrinchado y acariciarle sin razón, hasta desmentir su locura y apreciar cómo en su rostro se tuerce una sonrisa luminosa, aquella que surge cuando lo real regresa en eclosión.

Es hermoso sin mesura, atestiguar, cómo abres los ojos para despertar a un mundo desprovisto de obviedad, de nuevo fresco, extraño y asombroso. Y tu corazón en flamas… contagioso.

Somos mortales.

lunes, 14 de abril de 2008

La Locura es la Cancelación del otro

Aquí un texto de hace un par de años acerca de las sectas, la cree-ncia, ese mítico yo y esa mítica libertad. ¿Sea nuestro egocentrismo la secta más gacha y prolífica hoy en día?







Un paranoico es alguien que ve todo en relación a sí mismo, es alguien cuyo egocentrismo es invasivo…
-Jaques Lacan, Seminario 3, p.274

Si tu hermano, el hijo de tu padre o de tu madre, o tu propio hijo o hija, o la esposa o esposo que abrazas, o tu más intimo amigo, intentara secretamente seducirte, diciendo, “Vayamos a servir a otros dioses,” extraños para ti y tus ancestros que te precedieron, dioses de pueblos vecinos, lejanos o cercanos, de cualquier parte del mundo, no debes consentir, no debes escucharle; no debes mostrarle piedad, no debes guardarle o esconder su culpa. No, tú debes matarle, tu mano deberá lanzar el primer golpe para matarle y las manos del resto de la gente seguirán. Has de apedrearlo a muerte, ya que ha tratado de separarte de Jehová tu Dios. …
(Deuteronimo 13:7-11)


El paranoico es alguien que se encuentra más allá de la negociación; para él/ella no existe nadie más. El diálogo no es posible. Está envuelto en un proceso sináptico de silogismos que se sellan en un pacto letal. Por ejemplo, si yo creyera que un grupo de marcianos implantaron un chip en mi cabeza que hace que perciba lo que percibo de manera que a ellos conviene (una versión neuro-ovni del genio malvado de Descartes), necesitaría deshacerme de la posibilidad de que no es cierto; para lograr esto, cuando alguien más, por cercano o indiferente a mí que sea, intentara convencerme de que eso del chip y los marcianos son sandeces, yo los inscribo dentro de mi ‘teoría’ y determino que quieren engañarme como parte de la conspiración marciana. He cancelado al otro; sólo existo yo, creyendo poseer una verdad absoluta e irrefutable.[1]


Como un farmacodependiente que tacha de moralizadores incómodos o personas que simplemente ‘no entienden’ a quienquiera que le confronte con otra versión de sus actos, el dogmático define a priori a los demás, los significa contundentemente. Todo el mundo queda obviado—todo fenómeno ha sido asignado un sitio dentro de un orden fijo. El dogmático estructura al mundo y toda experiencia, incluida la presencia de otros, en base al dictamen que les ha impuesto. Entonces no le queda más que asfixiarse en un sentido de vida totalizador y seguirlo hasta su fin último: la próxima inyección o la salvación, hablar en lenguas o convertir al vecino, suicidarse o matar a un infiel, y esto bajo un augurio de angustia terrible de constantemente tener que proteger y confirmar su paradigma. Está agujerado, y por ello se ve obligado a constantemente estar tapando un hueco, sólo para encontrar otro, y así tener que indignarse, violentarse, encubrirse, prevenirse.

No sólo los toxicómanos o las sectas o religiones organizadas crean y promueven este efecto de sentido; sino que podríamos decir que la mayoría lo hacemos de una manera u otra. En general estructuramos nuestra identidad y entorno de alguna forma que nos permita una sensación de “saber qué hacemos y por qué”. Es como un mandala en el cual colocamos algo al centro del esquema y todo lo demás gira a su alrededor, en función a este supuesto ‘núcleo’. Proyectamos una jerarquía de valores para todo lo que nos rodean, y en base a esto configuramos nuestras relaciones, reacciones y comportamiento[2].


En cierto nivel todos nos las damos de cosmólogos y visionarios. Pretendiendo comprender el porqué, cómo, qué y dónde de la vida (aunque sea de forma muy rudimentarias); en base a nuestro mito personal redactamos profecías o expectativas acerca de lo que esta constelación traerá, y nos comportamos como si fuera La verdad. Si bien creer que Sai Baba, el Pápa, Guru Maya o Maradona son la encarnación de un Dios único, total y omnipotentemente cariñoso con completa exclusividad es ciertamente una forma de opresión, así también creer que todo lo que pensamos o sentimos es verdad, y creer en las formulas de sentido que nuestra narrativa personal atribuye a nuestras experiencias como si fueran netas es igual de opresivo y desolador.

Aunque esto de generar sentido quizás sea una función inevitable, puede que exista la posibilidad de vivir un mundo desconocido sin la necesidad de ser xenofóbicos. Al igual que cuando vamos a un espectáculo de prestidigitación nos engañamos ‘conscientemente’ a creer en la magia y no en la gama de artimañas de un equipo de producción, así mismo nuestra mente y la realidad están constantemente en contacto (de manera indivisible), pero se súper-impone todo un texto de significados para establecer cierto sentido y parámetros operativos.[3] Quizá les necesitemos para disfrutar de un show de magia, pero hay muchas otras experiencias que podemos vivir, además de ser espectadores pasivos y aislados en un evento costoso.

Mecanismos de Culto

Entre más alta la barda, entre más impenetrable la membrana, lo mas firme la frontera que separa al “yo” y al “otro”, más segura parece estar la identidad del sujeto.
Mark C. Taylor, Erring: Towards a Postmodern A/theology, p.130


Recuerdo algunas impresiones que tuve cuando pasé una tarde en la cocina leyendo un librito que me “regalaron” unos cristiano-evangelizadores: salían símbolos de otras religiones, como un yin-yang, símbolos islámicos, un pentagrama, un buda, y a un lado “explicaba” porqué eran diabólicas y por ende te llevarían al infierno (por el resto de la eternidad, ni más ni menos); sentí una mezcla de nauseas, risa, ternura, miedo y enfurecimiento al ver la ilustración del cielo: un zoológico con personas de todas las etnias vestidas en ropa tipo Polo paseándose de manera muy higiénica,[4] afectiva y castrada por un zoológico acariciando leones mansos; todos, los animales incluidos, sonriendo enajenados con una felicidad violentamente light derivada como de una combinación letal[5] de anti-ansiolíticos y anti-depresivos .


La premisa detrás de este libro es que si adoptas el tipo de vida que ellos sugieren—adaptando tu comportamiento, tus creencias, tu voto, y claro, tu dinero—serás aceptado al muy exclusivo club semi-deportivo-vacacional, “el cielo”; pero si no lo haces sin titubeo alguno, si llegaras a dudar en lo que promueven, o consideraras por aunque fueran unos instantes un paradigma alternativo, estarías inmediatamente e irrevocablemente excluido del zoológico-safari-parque-de-diversiones-extra-limpio-y-estéril de Ralph Lauren, para entonces Terminar [sic] habitando un tormento insoportable por el resto de la eternidad.[6]

Si te dicen en qué pensar, qué ingerir o no, qué y cómo desear y lo aceptas sin cuestionarlo, es posible que comiences a sentir menos y menos confianza en tus capacidades críticas, quizás hasta las denomines “la voz del diablo” o algo así. Sin poder cuestionar, dudar y replicar pronto lo único que podrás hacer es buscar complacientemente una posición de prestigio dentro de la jerarquía que te oprime, y posiblemente termines introduciendo vodka en tu cuerpo intravenosamente esperando con ello irte en una nave alienígena[7] que viene detrás de un cometa. Y sí, nos podemos burlar, pero de ciertas formas somos muy similares en nuestras afirmaciones y reificaciones diarias--por moderadas o liberales que las consideremos--que el miembro de una secta.

Analizando las estrategias que utilizan los cultos para funcionar como tal, se vuelve aparente la manera en que cada uno de nosotros, seamos o no miembros de un culto o secta, usamos este tipo de estrategias para hacer de nuestros credos (egos) algo fijo y protegido. A continuación un breve desglose de algunos de los axiomas que conforman el funcionamiento de un culto o secta:


· Un compromiso excesivamente ingenuo hacia el líder, esté vivo o no, en lo que concierne a su sistema de creencias, ideología y prácticas, considerando éstas como la Verdad.

· El escepticismo, la duda y el desacuerdo son desalentados o hasta castigados.


· El líder no es responsable ante ninguna autoridad.

· El grupo tiene una mentalidad polarizadora de ellos contra nosotros.


· Se anima a los miembros a que vivan y socialicen únicamente entre ellos.

· El grupo predica que sus objetivos tan supuestamente exaltados justifican cualquier medio necesario.


Lo primero que ocurre aquí es que se establece una autoridad, un centro que define todo lo demás. Está autoridad no es cuestionable, es final y absoluta. Se generan mecanismos de protección para desalentar cualquier tipo de crítica o duda, censurando[8] toda voz que no muestre conformidad con lo establecido. Simultáneamente se construye y propaga un propósito de vida e una identidad en base a este esquema, y se plantea como algo urgente, indispensable y absolutamente crucial.

Esto no es tan distinto a la atención y credibilidad que le prestamos a los media o a las celebridades, y definitivamente es igual al fervor con el que creemos todo lo que pensamos y sentimos, bajo la premisa de que “como Yo lo pienso, debe ser cierto”, otorgando a nuestro ego la palabra final en toda materia. Todos nuestros traumas, deseos y motivaciones no examinadas pueden regir el resto de nuestras vidas; la manera habitual que tenemos de narrarnos lo que ocurre llega a ser una compulsión que impide la comunicación. Si bien es rara la ocasión en que no nos percibimos los unos a los otros como objetos simbólicos de nuestras narrativas personales, es aparente que en general las personas elegimos pertenecer a grupos sociales que sean afines a sus versiones de la realidad, a expensas de excluir una gama infinita de posibilidades alternas.
Mismo solemos apoyarnos en círculos en los cuales no se genera ninguna especie de confrontación. Aún más, obviamos nuestro entorno en base a lo que suponemos como el fin último o el cenit de la existencia, dedicando nuestras vidas a la infatigable persecución de este; entretenidos al grado de no poder siquiera considerar cuestionar lo que estamos haciendo.

El insaciable culto al mito del “yo”, ese entretejido de discursos cruzados que defendemos a capa y espada. Esta defensa ocurre por medio de una auto-vigilancia constante; los discursos operantes catalogan a cualquier otro discurso, cancelándolo con sentimientos de vergüenza, negando, rechazando, o asimilándolo dándole un significado en acuerdo con lo previamente establecido. A fin de cuentas lo que trabaja aquí es una firme convicción en algo como verdad total, aunado a la mala fama que se le adjudica al estar equivocado. Al siquiera considerar, QUIZÁS esté equivocado.


Tener ideas fijas y un sentido de vida personal no es lo mismo que ser miembro de una secta (de acuerdo); sin embargo, toda la materia no-examinada de nuestros deseos, temores y motivaciones nos hacen botín fácil para la ideología de una secta—ser predecible nos convierte en presa; y vivir huyendo de la reflexión nos hace muy predecibles. La costumbre de osar que sabemos, y de darle orden a nuestro entorno y nuestras experiencias sirven de tierra firme en la cual la opresión de un dogma se puede anclar.

Tocar, el sacrificio

Lo sagrado es ese rebullir pródigo de la vida que, para durar, el orden de las cosas encadena y que el encadenamiento transforma en desencadenamiento, en otros términos: en violencia. Sin tregua amenaza romper los diques, oponer a la actividad productora el movimiento precipitado y contagioso de una consumación de pura gloria…El mundo divino es contagioso, y su contagio es peligroso.

Georges Bataille, Teoría de la Religión, p. 56.

Lo primero que considerar aquí es la terriblemente ignorada distinción entre el mundo y nuestra versión del mundo. En terminología lingüística esto concierne la diferencia categórica entre significante, significado y referente; es decir que cuando yo pienso y digo, “árbol,” no indico algo real, sino a una imagen mental, a una representación conceptual de una serie de percepciones que he configurado arbitrariamente como una forma. Pero a lo que mi dedo apunta cuando digo árbol extendiendo la mano en dirección de lo que creo es un árbol, no tengo la más mínima idea de qué sea.

Esta división de nuestra experiencia fue observada y planteada por el psicoanalista francés Jacques Lacan de cierta manera como los tres registros de la experiencia: lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real. Lo Imaginario se refiere al conglomerado de imágenes y representaciones que tenemos en mente, es el mundo percibido desde la perspectiva de la imagen nuestra, de una identificación total con aquella formación en el espejo. Lo Simbólico trata con la relación entre la imagen y el mundo, el juego de contrastes e intermitencias a partir de las cuales se generan las imágenes; son todas las palabras que oímos mientras vemos esa imagen nuestra en el espejo, las connotaciones y asociaciones. Lo Real es simplemente inefable, es lo que evade toda significación; es fugaz e innombrable; no-dual, no-localizable e inmanente: aquel sincero ‘No sé’, ese vértigo que se presenta entre el nuomeno y la palabra...


Y aquí jugaremos con los nudos borromeos como silabas que bailan...

A distinción de la monolítica e insípida obviedad seudo-profética del orden de las cosas, lo Real está impregnado y agujerado de curiosidad y deseo. Paradojicamente, tanto al ingenuamente asumir el discurso de una secta, o al proliferar la verborrea mental como verdad propia, bajo la tesitura de escéptico, yo, claridad, neutralidad, o naturalidad, en ambas instancias negamos la experiencia directa. Tanto las sectas, como el ego, filtran la percepción por un palimpsesto de cuentos reiterativos, desesperadamente buscando preservarse (a toda costa…y vaya que cuesta: lagrimas y daños), vigilando y evitando a como de lugar, la experiencia directa (inclusive de sí—el choro). Siendo esto, lo que nos sana. Y podemos ver la brutal lógica que opera aquí para prevenir la experiencia: “nos va a matar, no debe llegar, no basta, nos va a doler.” Y así es. Claro que nos va a presentar un disturbio. Lo que asumimos y sus consecuencias han de develarse y disolverse en una gloria inconmensurable. Sí, puede ser avasalladoramente enternecedor vivir nuestra implicación y relación con el mundo.


Esto lo podríamos entender como la diferencia entre religión y misticismo; es decir, que el misticismo es un proceso de reencuentro con lo Real, interferencias en el disociado y alienado espectro especular por parte de lo Real; mientras que la religión es un método de prevenir el contacto con lo Real, es la asimilación y cooptación del misticismo. La inmanencia es peligrosa para el orden de las cosas, para la utilidad y las jerarquías; en el presente, desprovisto de la carga imaginaria del pasado o del devastador sueño del futuro, la versión oficial del mundo y del propósito de la vida no son más que cosquillas.

Uno de los grandes apelativos de las religiones organizadas es que proponen con aparente convicción y contundencia teorías acerca de todo—le adjudican un sitio y fin a todo, aunado a un colectivo que te lo “confirma” y aplaude. Lo primero que pretenden definir es la muerte, y de ahí se siguen de corrido poniéndole nombre y forma a toda aporía que se presente. Es el asesinato de la duda, del desacuerdo, de las preguntas: de la curiosidad. Un siniestro intercambio en el cual se hace un triste trueque de lo inmanente por una proyección especular, del contacto por un simulacro de confort.


No estoy avocando por la ambigüedad, sino por un agnosticismo valiente y vulnerable. Son muy diferentes: la ambigüedad es una postura y el agnosticismo una apertura. La distinción reside en que la primera es un debate narcisista sin fin[9], con las implicaciones inmediatas de quien decide no decidir—que es a fin de cuentas una decisión; es un sitio de solidificación discursiva y sus términos son preestablecidos, sus supuestas contradicciones y polémicas fijamente determinadas; en cambio desde una perspectiva agnóstica el debate cesa en brazos de la curiosidad, la ausencia de pretensión y lo inmediato.

Siguiendo esta línea de pensamiento: si bien no vamos a tragarnos el mareador balbuceo teológico de alguien más, tampoco vamos a creernos todo lo que pensamos, dándole a ese ruido una autoridad definitiva. Parte vital de la relación con lo real, cosa que gran parte de las religiones promulgan, es saber que no somos el centro del universo, y de que hay fuerzas mucho más grandes que nuestra sensación de auto-importancia. En vista de esto, me opongo al nihilismo pesimistoide que relativiza todos los fenómenos socio-religiosos, y propongo que el dogma como tal, y el daño psicológico y violencia física que generan algunas sectas y/o creencias—a veces incitando suicidios colectivos, y/o abusos sexuales—, es peligrosamente perverso y no es meramente una cuestión de open mind en la cual todo ha de ser aceptado como parte de una ingenua versión del multiculturalismo, sino que en efecto existen cultos cuyas propuestas buscan dominar y agredir incluso a quienes las aceptan sin participar. Habrá que considerar una educación sobre la creencia como tal y atender a plantear límites. Mismo, propongo un contagio inverso: la inmanencia es contagiosa, hay que permitir que prolifere su virulencia, siempre a sabiendas de que no podemos definirla.


A esto se refiere el Sacrificio, poner sobre el altar, ante el cuchillo de obsidiana toda nuestra concepción del mundo, nuestra (a)versión de la realidad, toda la autoridad que conferimos al “yo”, toda nuestra fantasía de seguridad y entretenimiento y dejar que muera en instancias de permeabilidad. Tocar.

Si bien, como seres sociales, no nos es posible salirnos completamente de las exigencias simbólicas, discursivas y utilitarias de la supervivencia, cada interrupción que permitimos por parte de lo real nos devela más flexibles ante la complejidad de perspectivas en las que habitamos—instigando nuestra curiosidad, desafiando a la obviedad. Es primordial asumir la carga y responsabilidad de nuestra perspectiva, de nuestros deseos y temores, siendo cuidadosos de no encajonar otros paradigmas desde la hermenéutica de nuestra versión oficial. Los parámetros de nuestra versión no son los parámetros de lo real…una vez más citando a Bataille:

“Para quien la vida es una experiencia que debe ser llevada lo más lejos posible…”

[1] La ironía siendo que inclusive para sostener este tipo de fantasías mesiánicas, requiero de réplicas y pruebas de su invalidez, para preservar la sensación de heroísmo que a su vez brinda a la paranoia esa sensación de solidez.
[2] Es una variedad de página de Excel, en la cual se cuantifica y osa verificar la totalidad inasible de la experiencia en un reducido marco de referencia. La apertura se vuelve un parámetro más dentro de una hoja de cálculo que busca infatigable y unívocamente una ganancia específica. Artilugio para sostener alguna ilusión de cohesión de sentido de dirección y voluntad absoluta.
[3] Generalmente son oposiciones binarias que parecen resaltar contrastes así enfatizando una especie de ontotología: yo/tú, adentro/afuera, arriba/abajo, más/menos, bueno/malo, blanco/negro, hombre/mujer, verdad/mentira, cielo/infierno…en fin, términos que se “definen” de manera reciproca; es decir, sin base alguna; es decir, que no sólo se permiten aparecer mutuamente, sino que se cancelan por lo mismo.
[4] Era prominente el resplandor de un buen acondicionador y de el cepillado regular con pasta de dientes enblanquecedora.
[5] Siempre y cuando uno siga siendo mortal; así que en este caso, de vida eterna, uno sólo puede imaginar lo que aquel gran equipo psiquiátrico que funge en un ámbito de “eternidad” puede hacer medicando sin tener que considerar efectos secundarios o sobredosis.
[6] Habría que considerar preguntarse (a riesgo de cada quien), ¿qué quieren decir por amor cuando se respalda con infinitos tehuacanazos y violaciones con electroshocks?
[7] Palabra que alude sin duda a la Alienación.
[8] Una de las formas de censura “menos aparentes” y por ello más eficientes, ya que disimulan neutralidad y hasta comprensión son: el ostracismo, la humillación, la ridiculización, y la minimización…
[9] Un solipsismo dilemático.

jueves, 6 de marzo de 2008

La Leyenda del CiberSapien



Imagina una mujer, desnuda, ajustando con una mano el broche frío y metálico de un cinturón de piel. Cuero negro, picos plateados. Con la otra, delgada y quizás pálida mano, enciende un controlador inalámbrico que regula el nivel de vibración del giratorio consolador transparente que va adherido al cinturón. Se prepara para penetrar a su amante con su strap-on. En un departamento anexo: un chavo, quince años, acné suficiente para probarlo, lentes de pasta, playera de Pantera, se sienta frente el televisor y enciende su consola de videojuegos. Ahí, desde su sillón, en el entorno sobre-protector de su madre, con quien vive solo, él se dispone a balacear policías y destazar pandilleros con una sierra eléctrica. Antes de ir a dormir, tras cenar unos molletes, choca tres autos, golpea a dos prostitutas y entrega cien kilos de cocaína colombiana en el aeropuerto.


Diferencias: una que otra. Semejanzas: muchas. Ambos modulan y extienden su campo de experiencia por medio de artificios, de artefactos tecnológicos. Los límites de sus identidades se alteran, transformando su esfera de lo posible—lo que les es permisible. Hay quienes argumentarían que han dejado de ser lo que son, y hay quienes argumentarían que han dejado de ser lo que no son.


En estos dos ejemplos podemos entrever las dos corrientes cyborgianas más pronunciadas. En la primera instancia se adapta un aparato al cuerpo, trastornando la estética y funciones del mismo, y por añadidura, permitiendo la encarnación de otra estructura libidinal a la socialmente asumida como "natural". En el segundo ejemplo es por medio de la inmersión en un ámbito virtual que se vive a través de otra personalidad, provocando así, sensaciones corpóreas por medio de estimulación nerviosa. Y es este sistema nervioso, a su vez una interface proyectando y asimilando entornos que regulan y propician tipos de relación—las tesituras, texturas e interpretaciones de lo vivido se contorsionan, mientras sus efectos se extienden.


Ambas de estas propuestas trans-humanas plantean múltiples escenarios a futuro. Estos se irán generando y apareciendo a la par. Por un lado los materiales del cuerpo serán reemplazados y nuestros órganos se verán acompañados de moduladores digitales; nos ampliarán la memoria como a nuestras computadoras, tendremos nano-bots en las venas supervisando los niveles hormonales en nuestro sistema endócrino…seguro hasta podremos haquear los fluidos corporales, o patrones de pensamiento de alguien más. Algoritmos y fibras sintéticas. Por otro lado, la realidad virtual se definirá con creciente similitud a nuestra experiencia diaria; podremos vivir varias vidas en un par de días, explorando géneros y posturas subjetivas a las que de otra forma no accederíamos de maneras tan directas; habitar más de una realidad virtual a la vez.


Hay posibles desarrollos fatales y otros tantos utópicos; cómo con cualquier tecnología—o ideología. Lo aterrador en estos casos son los grados de engaño que son posibles con las realidades virtuales, o las brechas de clases debido a los costos de las mejorías físicas que pueden proporcionar habilidades asombrosas o extensiones de vida de cientos de años. Los robots que esclavizan a la humanidad, o que laboran dejándonos con una vida de tiempo libre. Pero lo qué más perturba y rompe con nuestras predicciones y lógica, no son los desarrollos que somos aún capaces de vislumbrar; sino los que truenan nuestras expectativas de lo posible.


Aquí topamos con un fenómeno llamado La Singularidad: La tecnología avanza de manera exponencial, ya que al contar con un desarrollo nuevo es tanto más fácil y rápida la generación del próximo; la singularidad se refiere al momento en que la aceleración exponencial del avance tecnológico queda en manos de una inteligencia artificial muy por encima de la capacidad de cómputo y síntesis de la especie humana. La tecnología en manos de la tecnología. Es cuando se nos sale de las manos (por así decirlo), tanto el artefacto como la velocidad con que se desarrolla. Quizá sobre considerar lo que esto implica; sin embrago, implica nuestros cuerpos, nuestra reproducción, nuestra supervivencia, pero más importante aún: nuestra experiencia, sus tonos, contrastes/contextos y posibilidades.


Me referiré al cuestionamiento escatológico y existencial de Tony Montana en Scarface, quien sentado en una mesa de un restaurante de alto-pedorraje, un par de onzas en la nariz, la frígida histeria de Michelle Pfeifer todas las noches, guardaespaldas, poder, billete, prestigio, bla bla bla…se pregunta azorado en un espasmo/desplante de hartazgo y lucidez: "¿y luego qué?"


Después de la inmortalidad: ¿qué?


Después de habitar toda fantasía concebible: ¿qué?


Después de la singularidad: ¿qué?


Como lo puso Baudrillard: "¿Qué harás después de la orgía?"


Esto es todavía más acertado si consideramos la manera en que la virtualidad problematiza la realidad. Siendo ésta replicable, pudo siempre-ya haber sido una réplica. Son grados de fidelidad, son efectos digitales, es un plug-in llamado realidad.


Ya pasó.


Cuan adeptos a fascinarnos con los efectos especiales, rehusándonos a considerar que ya estamos ahí; que los dilemas que nos acosan a futuro ya están aquí; en este preciso respiro. De nuevo (ja) es nuestra ética la que está en juego, nuestra narrativa, nuestro deseo—la subjetividad misma. Ya somos cyborgs: cada que alguien usa un lubricante o un teléfono ya hemos modificado nuestro cuerpo y experiencia con tecnología. Ya vivimos en la virtualidad de nuestro crédito, de nuestra identidad construida como interface de negociación de placeres con los otros, el simulacro de interpretaciones con las que teñimos todo cuanto nos acontece e involucra. El peso de las ideologías y sus aparatos de propaganda ensalzando esa sensación de escepticismo que producen…


Enajenados ya estamos: ¿y?


Y no hay ética sin apreciación. Sin muerte no hay apreciación. Sin consecuencia no hay valor. Sin ética no hay otros, y el narcisismo primario continúa su epopeya tragico-hipnótica. El cinismo en este caso sólo promete llevarnos a la utilidad de todo; a un mundo eugénico y estéril de repetición y replicación. La ética deviene de la reflexión, no de un mandato, es lo único opuesto a la moral—lo inmoral sigue siendo moral. La reflexión implica la atención. La apreciación no es imitable o fabricable, con o sin implantes de memoria y tres realidades virtuales simultaneas, nuestra atención sigue en juego. Un luminoso vacío, fértil y evasivo.


La misma gata revolcada.


Cuando somos útiles somos útiles.


Nuestra subjetividad y su narrativa fenomenológica, apropiada por la utilidad, bajo el yugo de la constante necesidad de verificar la posición/posesión, el territorio, la ventaja, la victoria, la imagen de sí.


Pan con lo mismo.


La inmanencia es gratis.


La muerte el único amo.


¿Seremos capaces de vivir una vida de inspiración, no de ambición?


Puede que tengas que haquear los nanobots en mi sangre para persuadirme.

Selecciones de False Prophet: Fieldnotes from the Punk Underground

False Prophet

De Steven Taylor

Traducción: Fausto Alzati Fernandez
A continuación una pequeña muestra de la obra de S. Taylor; guitarrista de los Fugs, quien fuera el colaborador musical y asistente personal de Allen Ginsberg durante 20 años y es ahora el director de la facultad de letras en Naropa University. Este texto fue publicado parcialmente en Picnic hace un par de años; estaré publicando partes de este libro en el blog, ya que me parece una muestra ejemplar de la teoría llevada a la vivencia y viceversa—de manera inmediata e inmanente…

Selección del Capitulo 1, Libro 1

La Paradoja Punk y el Problema de la Cultura


[…] Tomando prestada una frase de la teórica de estudios de género Judith Butler, en el punk la identidad está "en problemas."

La palabra problema viene del sustantivo latín turbula,* que quiere decir grupo desordenado. Su forma verbal significa desarreglar, causar un disturbio, agitar, confundir, poner a prueba, complicar, incomodar, causar molestias, preocupar, perturbar o acosar. En este caso, problema invoca un disturbio a las reglas y a las categorías naturalizadas, exigiendo que se cuestione lo que se considera la norma. Esto también describe la manera punk de bailar. Lo que estoy llamando la comunidad punk es un "grupo desordenado" cuya manifestación más típica puede ser vista en su música y danza. Fueron los músicos y quienes bailan con esta música los que iniciaron y codificaron al punk como un movimiento. Tocar música y bailar son las actividades más características del punk, y son el foro en donde la "identidad" se constituye y se cuestiona, donde se construye y se desconstruye. En el punk la identidad es representada como una paradoja.
Una paradoja (proveniente de para, mas allá; doxon, opinión, derivado de dokein, pensar o suponer) es una declaración que es contraria a la opinión publica; una declaración que parece contradictoria, increíble o absurda, pero que puede, a fin de cuentas, ser verdad; así también puede ser una declaración que se contradice a si misma y es, por lo tanto, falsa; o puede aludir a una persona cuyo carácter o comportamiento sea inconsistente o contradictorio.
paradoja es fundamental para definir la situación punk. Para empezar, el punk fue un movimiento anti-mercancía que se manifestó a través de mercancías. El punk reconfiguro productos del mercado de masas que estaban hechos para proliferar la igualdad e hizo que significaran diferencia. Pero la re-significación es una calle que va en ambas direcciones. Todas las personas con las que he vivido y/o trabajado que se consideran, bajo varias circunstancias, "punks," son ciudadanos de estados capitalistas. Su material y sus productos simbólicos, les guste o no, han informado e inspirado al mercado global, a veces hasta convirtiéndose en mercancías de éste.


El impulso punk fue inmediatamente apropiado -en ciclos al igual que el rock, que desde finales de los cincuentas periódicamente se recuperaba- primero a finales de los setentas como "New Wave," y luego, a principios de los noventas como "Grunge." El grado en que el punk ha influenciado las tendencias del mercado de masas comprueba una paradoja que es central para el estado moderno: entre más revolucionario el producto, mayor es su potencial para servir a la reacción.


La paradoja es central en el punk de varias maneras. El nombre de False Prophet (Profeta Falsos) es un buen ejemplo. En 1988 el lema de la banda, que aparecía en calcomanías, parches y otra parafernalia, era "beware False Prophets" (ten cuidado con Profetas Falsos). Detrás del nombre había la convicción de que, como advierte la Biblia (Mateo 24:24), los "Cristos falsos y los profetas falsos" no se presentaran como tales. Son los profetas auto-proclamados, los que dicen poseer la verdad, de los que uno tiene que cuidarse -esto siendo un punto que nunca pudimos expresar con suficiente claridad al grupo de jóvenes cristianos, bien bañaditos, y cortésmente fervientes que se opusieron a nuestro concierto, bloqueando la entrada, en el Capitol Theater de Flint, Michigan el siete de Octubre de 1988.


El uso irónico de pseudónimos u otros signos ofensivos o auto-despreciativos en el punk, data desde los comienzos del rock subterráneo con los Fugs y los Stooges, y se continuó en el proto-punk de Nueva York con Richard Hell. Los punks ingleses siguieron el ejemplo con tipos como Johnny Rotten o Sid Vicious de los Sex Pistols, Rat Scabbies de The Damned y Polly Styrene de X-Ray Spex. Esta tendencia volvió a cruzar el Atlantico inspirando de vuelta a Jello Biafra y su banda, los Dead Kennedys. Esta practica era una broma irónica, una apropiación de los nombres de marcas y productos mezclada con una exageración ritual de todas las peores suposiciones que el mundo "derecho" mantenía acerca de la cultura juvenil. Era un desplazamiento de nombres, una manera de perturbar, a través de una inversión, los signos sociales más fundamentales; y era a su vez, paradójicamente, tanto una manera de asumir una identidad nueva, como una forma de demostrar la artificialidad de la identidad misma. El reto a las normas fue amplificado todavía más por la puesta en escena de desnudez y sexo en las actuaciones de las bandas y por la adopción, por parte de algunas bandas, de nombres que no se podían decir en los medios oficiales (los Sick Fucks vienen a mente), el uso de iconografía Cristiana (como la grafica de un crucifijo en flamas que usaba False Prophets), y el uso, por varios, a principios del movimiento, de la svástica Nazi. Con el tiempo el uso de pseudónimos decreció; un chiste se hace viejo pronto. (Los pseudónimos punk regresaron en los noventas en otra arena -el Internet- y por otras razones: el anonimato y la parodia). Como el movimiento se enfocaba más y más en políticas de izquierda, y debido a que grupos neo-Nazis adoptaron el estilo musical punk, la svástica continuó apareciendo en graficas punk, pero como algo roto, algo que era aplastado por un enorme puño debajo de algún slogan antifascista.

Mientras la ética punk se movía de los antros a la calle, y los líricos de protesta inspiraban acción social, la política punk también evolucionaba del nihilismo al anarquismo: de una negativa perpetua a una visión utópica. La paradoja punk empezó a tomar proporciones mayores: cuando los árbitros de la moralidad son ladrones, comportarse éticamente es un acto revolucionario.
Lo paradójico tiene múltiples vectores de asociación en este proyecto. Una de estas líneas traza la idea Marxista que trata acerca de la inversión que ocurre cuando en un capitalismo de mercancías, el valor de intercambio remplaza el valor de uso, efectuando una visión al revés "como en una camera obscura," mediante la cual los productos de la labor terminan por regir a quienes los producen. La evidente absurdidad de que haya masas de hombres y mujeres vivientes obligados a tomar una posición subordinada ante los objetos inanimados que producen, esto es el eje sobre el cual gira la crítica del capitalismo de Marx. Con el punk, miles de jóvenes, la mayoría de los cuales habían tenido muy poco contacto con la teoría Marxista, encarnaron visiblemente esta crítica.

A nivel de historia intelectual y artística la paradoja es central al surgimiento del modernismo y el postmodernismo. Hegel, al introducir en la dialéctica un tercer término, describe un cambio paradigmático que nos lleva de la contradicción a la paradoja. Una contradicción nos presenta con un punto muerto e insoluble entre dos términos irreconciliables, pero una paradoja -que en sí puede significar ambigüedad (una característica a menudo asociada con el arte vanguardista)- sí admite la posibilidad de una síntesis. La paradoja propicia movimiento. La fluidez de la forma y la ambigüedad son clave. Como lo dijo un colega mió en una conferencia reciente, "Después de que la guerra mundial ha bombardeado toda certeza hacia el olvido, no hay identidad." El problema de la identidad que el punk presenta es una manifestación de la negación Hegeliana, la experimentación vanguardista y la alienación de las masas -la problematización por medio del arte de las absurdidades de la vida al final del milenio.