Un intento de analogía para elaborar sobre el inconsciente que propone el psicoanálisis: Recordemos el juego de Mario Bros. para el Nintendo original; aquella primera saga de los hermanos plomeros en pos de rescatar a la Princesa. (Ojalá y al recordar esto venga a la memoria aquel fresco asombro que se produjo al jugar por vez primera). Invoquemos, de paso, la ensoñada melodía que acompañaba el primerísimo nivel, el nivel 1-1.
Bien, ahora traigamos a mente el siguiente nivel, el 1-2, donde Mario baja por un ducto para comenzar un recorrido por el subsuelo. Algo curioso de adentrarse en el subsuelo de este mundo pixeleado es la realización involuntaria de que siempre, digamos, estuvo ahí; desde el principio del juego ya había toda una serie de sucesos ocurriendo ahí.
Ahora, con la memoria, trae a la claridad natural de tu mente la tonada que se escucha al pasar por este segundo nivel—sin olvidar lo ominosa que era su secuencia. Finalmente, regresa la memoria al primer nivel, a ese eufórico 1-1, pero ahora imagínalo con la tonada del 1-2.
Para esto, hay que hacer de lado la metáfora de profundidad que podría sugerir el pasaje inicial al subsuelo, como si el inconsciente fuese algo que sucede bajo la superficie, en vez de ser plenamente dicha superficie. Porque el inconsciente no se suscribe meramente a esa noción de lo impedido para una óptica panorámica de los fenómenos psíquicos y naturales (cualesquiera que sea su distingo, ultimadamente). Sino que el inconsciente es el contorno mismo de la consciencia, el molde que da forma al modo preciso en que se registran las experiencias.
[Nuevamente inserte aquí la tonada del nivel 1-2 de Mario Bros.].
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