Pensemos, por ejemplo, en la tendencia de los videos “striptease caseros” en Youtube. Pareciese que hay una infinitud, con chavas (y -no tan chavas-como, la santísima madre de Lucerito) que se filman solas, en sus desarregladas habitaciones y despojándose de sus prendas, en una suerte de danza exótica contemporánea improvisada (en general al son de un reggaeton). Algo que de pronto salta a la vista (aparte de las tangas), es la cantidad de este tipo de videos webcam amateur que llevan por título o descripción alguna variante de: “I was bored. LOL.” (“Estaba aburrida. Qué risa me doy”).
¿No podríamos considerar que sea éste un gesto típico de una generación que ha encontrado un refugio -incómodo, por cierto- en la ambigüedad de la ironía? Es un modo de mantener el cool, cuando se pierde el cool (cosa que a veces, pero no siempre es bueno). Así se pueden evitar algunos de los riesgos que tomamos con nuestra imagen en la danza de la aceptación social, dando razones falsas pero convincentes (racionalizando), muy al estilo del clásico: “estaba borracho; no me acuerdo.” El argumento se escucharía un poco así: “Lo hice, sí, y es una tontería, pero lo sé, y como lo sé y entiendo, es como si no lo hubiese hecho yo. Es como si lo hubiese hecho otra persona de la que ahora incluso me burlo, lo cual me permite cierta superioridad moral ante mis propios actos.” Ya lo decía Nietzsche: Aquel que se desprecia a sí mismo, aún se admira como el despreciador.
Cuánto se vislumbra sobre nuestra cultura, en un gesto -en apariencia- tan insignificante. Podemos vincular este fenómeno, que llamaremos el Efecto LOL, a la popularización de la psicoterapia, en su afán por explicar toda conducta humana bajo sus dogmas. Hoy en día la jerga terapéutica se ha vuelto lugar común de cualquier tipo de conversación; no sólo hacemos uso ligero de palabras como “obsesión” o “represión”, sino que a la par hemos aprendido a racionalizar nuestros sentimientos y acciones (como si pudiesen o tuviesen que ser explicadas) por medio de fórmulas terapéuticas rápidas. Aprendimos a partirnos en dos, diagnosticando todo lo que nos sucede, como si pudiésemos ser, a la vez, paciente y doctor, juez y partícipe, table y dance.
No sé, puede que valga la pena reflexionar sobre estas cuestiones. De cualquier forma, si alguien llega a preguntar y percibimos que nuestras cavilaciones sobre los videostriptease caseros podrían comprometer nuestra aceptabilidad social, siempre podemos justificarlo recurriendo a un sencillo y bien entonado: “I was bored. LOL”.