Un pedazo de la Arqueología de la Falacia.  Aquí va el primero: 
Argumentum ad hominem...

 
Discutir sin llegar a mentadas de madre, 
golpes o el cultivo de resentimientos es un arte. Uno para el cual aún 
me considero un amateur. Por ello, muchas veces encuentro preferible 
–más bien, no puedo evitar- cantinflear o cambiar el tema. La lógica 
tiene sus límites, claro; mucho de lo que vivimos, ya sea por su 
vitalidad o infinita complejidad, no cabe dentro de sus bordes 
racionales. Pero la información que a diario ingerimos puede resumirse 
en silogismos; es decir, en modos de argumentar. Cláusulas que sumadas 
derivan en conclusiones. Algunos argumentos son válidos y otros 
sencillamente no. Punto. Sin embargo, hay muchos argumentos que aunque 
parecen válidos, no lo son.
 Quise aprovechar este espacio para hacer un repaso de las formas de un 
argumento. Además, a menudo pienso que de las pocas cosas relativamente 
subversivas que aún pueden establecerse institucionalmente (que no 
involucren carnavales con orgías mágicas y/o movimientos 
musicales/hacker armados), sería la de promover cursos básicos de 
lógica. No me refiero únicamente a teorías de conjuntos y la suma de 
verdades y falsedades, sino más bien al estudio de las falacias; es 
decir, argumentos que llegan a conclusiones erradas o cuyo modo de 
llegar a dichas conclusiones está truqueado. Me parece particularmente 
propicio dado que al estudiar los modos errados de argumentar se 
despojan, en el mejor de los casos, muchas sobras de distorsiones 
cognitivas (exageración, superstición, foreverismo etc.). Esto 
podría resultar en información mejor formulada y más atinada. 
Comoquiera, y asumiendo las tantas multi-buti-distorsiones que habrá de 
mi parte, aquí va la primera modalidad de falacia:
 Argumentum ad hominem.
 También conocido como “Argumento contra el hombre”, (o bien: “acabas de
 hacer de esto algo personal, ojete”). Esta falacia se dedica a tratar 
de invalidar un argumento por medio de atacar al autor o emisor del 
mismo. La idea es derrocar sus argumentos poniendo en juego su 
reputación. Los medios son muy aptos para esto, casi tanto como los 
despotriques de tocador. Es un ataque a la persona sin tocar el 
argumento, vamos. Por ejemplo, supongamos que tú opinas que Paco Stanley
 no era tan chistoso, a lo cual alguien te responde, “claro, tú dirías 
eso porque no te gusta la coca”. El que ingieras o no perico no basta 
para determinar si un comediante tiene o carece de gracia. Aunque la 
situación como tal puede resultar cómica. El problema es que ya estamos 
hablando de tu hipotético consumo de cocaína y no de las aptitudes como 
cómico de Paco Stanley (y eso era importante, ¿no?).

 
 Visto como un silogismo se vería así:
-Tú: Paco Stanley no es un buen comediante.
 
-El otro wey: Tú opinas eso porque no te metes coca.
 
-Conclusión: Paco Stanley sí es un buen comediante.
 La formula sería:
 
-Sujeto A opina X. 
-Sujeto B opina que Sujeto A es inadecuado. 
 
-Por ende X es falso.
 La falacia consiste en que sacar 
un dato irrelevante sobre quien argumenta, no es evidencia suficiente de
 que su argumento es falso.
 Otro ejemplo del argumentum ad hominem
 es el uso del escándalo sexual para quebrantar la credibilidad de 
alguien, y así, por añadidura, tronar sus argumentos. Pienso, por 
ejemplo en el caso de Anthony Weiner, un diputado del noveno distrito en
 Nueva York, quien por parte del partido demócrata se postulaba para la 
alcaldía de la ciudad en las siguientes elecciones del 2013. Es probable
 que dado sus méritos y trayectoria, Weiner hubiese ganado la contienda.
 PERO el 27 de mayo, 2011, se le armó un lío por enviar una imagen de su
 miembro (pene) a una mujer (adulta) vía un mensaje (personal) en 
Twitter. Tony Weiner lo negó públicamente durante unos días, para luego 
retractarse y declarar que “intercambió mensajes y fotos de naturaleza 
explícita con seis mujeres en los últimos 3 años”. Ya la foto circulando
 por la red, ¿qué le quedaba?

 
 El argumento se vería algo así:
-Yo sería un buen alcalde.
-Tú le enseñaste un retrato de tu pene a una mujer (quien parecía coquetear contigo vía mensajes privados en Twitter).
-Por ende no serías un buen alcalde.
 Ahora, haciendo a un lado la ironía de que el tipo se apellida Weiner, que suena igual que wiener, es
 decir “salchicha” en inglés coloquial, y en alemán aludiendo a la 
salchicha vienesa. Y no es que no exista una relación, prácticamente freudiana, entre su apellido y 
su sintomático caso. Comoquiera, de Weiner solo se sabe que enviaba 
fotos de su paquete y eso bastó para obligarle a renunciar. Habiendo 
tantos políticos (y curas) de los cuales se tiene amplia evidencia de 
abusos, y nada, siguen en sus puestos, esto resulta curioso. ¿Cuáles 
serán los motivos para que esto sea así? Es como si a través de tales 
actos de impunidad reafirman su poder ante el imaginario de una nación; 
como si mostrando cuan astutos son comprobaran merecer sus privilegios. 
El único problema con Weiner es que no mostró tener esta impunidad. Sea 
cual sea el caso, no se puede determinar si Weiner hubiese sido o no un 
buen alcalde por sus hábitos de sexting. No obstante, se destituyó su campaña y sus propuestas en base a un ataque personal. Argumentum ad hominem.
